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Dsalud
03/11/09

La situación de pánico que de forma irresponsable ha generado la Organización Mundial de la Salud (OMS) al alertar de una pandemia mundial sobre la gripe A que podía causar millones de muertos propició que los estados aceptaran la búsqueda de soluciones urgentes para atajar esa posibilidad y acordaran autorizar posibles vacunas saltándose todas las normas que de forma habitual se exigen para la aprobación de las mismas lo que ha llevado a que ni su eficacia ni su seguridad hayan sido convenientemente testadas y vacunarse con ellas comporte un riesgo que no se justifica en modo alguno. Es más, hay motivos para sospechar que tales vacunas pueden ser un timo porque no se justifica que ya de entrada se diga que su eficacia es del 80%. Además se trata de vacunas que contienen sustancias tan controvertidas como el timerosal o el escualeno. De hecho el escualeno no ha estado permitido en Estados Unidos hasta ahora y se va a autorizar “gracias” a la presunta pandemia cuando hay científicos que aseguran que sus consecuencias sobre el sistema inmune pueden llegar a ser devastadoras. Algo que en España no preocupa a las autoridades, los laboratorios y los profesionales implicados porque en el 2006 se aprobó una ley por la que están exentos de responsabilidad civil y administrativa en el caso de que las vacunas hagan enfermar a los vacunados. Sencillamente nauseabundo.

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Cientos de millones de personas de todo el mundo, guiadas por la fe ciega que propician la ignorancia y la falta de información fiable, se disponen a afrontar los riesgos de una vacuna experimental que no tiene como objetivo hacer frente a un ataque de bioterrorismo capaz de fulminar en pocas horas a las personas tras respirar una toxina esparcida en el aire, un virus mutado mortal o uno artificial diseñado para la guerra biológica sino a una infección de rango menor y escasa incidencia en la salud. Tiene por objeto prevenir una gripe que sólo provoca síntomas leves y pasajeros que desaparecen sin medicación y no tiene siquiera la “gravedad” de una gripe normal. Luego sabiendo que ni siquiera la vacuna contra la gripe común o estacional es eficaz, ¿a cuento de qué la actual obsesión por vacunar? Aunque lo más inexplicable –y sospechoso- de todo esto sea que la vacuna haya sido desde el principio la “solución” apuntada por Margaret Chan, Directora General de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que llegó a cifrar en ¡cinco mil millones! las dosis que deberían fabricarse para hacer frente a la gripe A.

Debemos decir que en España la Ministra de Sanidad y Políticas Sociales, Trinidad Jiménez, trataría de reconducir la situación afirmando entre otras cosas que “No hay por qué vacunarse” o que “La vacuna no es la panacea”. A pesar de ello ya había anunciado con carácter previo una compra inicial de 37 millones de dosis contra el A-H1N1 por las que se pagará a los laboratorios Novartis y GlaxoSmithKline cerca de ¡270 millones de euros! Previéndose entregar 27 millones de dosis a las comunidades autónomas y dejar 10 en reserva. Dosis suficientes para vacunar al 40% de la población española en una decisión apoyada inicialmente por la propia Organización Médica Colegial (OMC) que no obstante, al poco tiempo, empezaría a recular. “La gripe estacional –declararía el doctor Rodríguez Sendín, presidente de la misma- mata mucho más que ésta y no se supera el 40% de vacunación. No se entiende pues por qué se plantean otras hipótesis cuando la gripe A es más contagiosa pero bastante más benigna”.

No piensa así en cambio el Partido Popular que desde el principio se empeñó en reclamar “vacunas para todos” contribuyendo de forma absurda a consolidar la situación de infopánico creada. Claro que la utilización política de los temas sanitarios es habitual en él porque ya la utilizó contra el PSOE en el caso de la ley del tabaco reventándola con su particular aplicación en las comunidades donde gobierna así como en el caso de la vacuna contra el virus del papiloma humano forzando con ello al Gobierno a apoyar la vacunación a pesar de la oposición inicial de la entonces Ministra de Sanidad Elena Salgado.

El caso es que tras la reunión del Consejo Interterritorial de Salud celebrada el último día del pasado mes de agosto la ministra anunció que el número de vacunas encargado iba a ampliarse para cubrir al 60% de la población en lugar de al 40% aunque inicialmente sólo se preveía vacunar a las embarazadas, los enfermos crónicos, el personal sanitario y el de servicios esenciales -como las fuerzas de seguridad del estado, los bomberos y los miembros de Protección Civil-. Sólo unos días después el compromiso del Gobierno se ampliaba anunciando que habría vacunas para todo el que las quisiera pero sin aclarar si el estado sufragaría la totalidad o las que no correspondiesen a los “grupos de riesgo” deberían abonarlas los interesados.

Ahora bien, ¿cuánta gente –médicos, políticos y periodistas incluidos- sabe realmente qué es una vacuna? “¡Vaya obviedad!” -dirán muchos de ustedes-. “¡Todo el mundo lo sabe desde niño”. Y la verdad es que esa convicción no se ajusta a la realidad. Recurramos al diccionario: “Vacuna: sustancia orgánica o virus convenientemente preparado que, aplicado al organismo, hace que éste reaccione contra él preservándolo de sucesivos contagios”. Tal es la definición. Y claro, la inmensa mayoría de los ciudadanos piensa en la vacuna en esos términos, algo que nos retrotrae al origen de las mismas. Buceemos pues en ello.

Todo empezó en 1796, durante el momento de mayor extensión del virus de la viruela en Europa, cuando un médico rural inglés llamado Edward Jenner tomó una muestra de la viruela que padecen las vacas –y que infectaba a menudo a las personas que estaban en contacto habitual con ellas pero no era mortal- e insertó el fluido en el brazo de un niño de ocho años llamado James Phipps. Éste mostraría los síntomas de la infección pero finalmente se recuperaría. Luego, 48 días más tarde, Jenner inyectaría al niño el virus de la viruela humana. Y esa vez ¡no apareció ningún síntoma o signo de enfermedad! Había empezado la era de las vacunas. De ahí que hoy la mayoría de las personas piense que con una vacuna lo que se introduce en el organismo es un virus convenientemente preparado, es decir, previamente inactivado y en muy pequeña cantidad –o una parte de su ADN- para que nuestro organismo lo detecte y combata rápidamente a la vez que “archiva” al agresor en la memoria y la próxima vez reaccione de forma inmediata en cuanto se le vuelva a detectar. Solo que si así fuera quizás no existieran hoy cada vez más grupos en todo el mundo que se oponen a ellas. Porque la realidad es muy otra. La realidad es que hoy las vacunas –como las de la gripe y las que se están preparando para la gripe A- suelen contener además de microorganismos vivos atenuados o muertos muchas más cosas:

-Proteínas de huevo: incluyendo el virus contaminante.
-Gelatina: que puede causar reacciones alérgicas incluyendo anafilaxia y, en caso de hipersensibilidad, muerte súbita.
-Polisorbato 80: que puede causar reacciones alérgicas graves, incluyendo anafilaxia.
-Formaldehído: un conocido carcinógeno
-Triton X100: un detergente muy potente.
-Sacarosa: azúcar de mesa.
-Resina: sustancia responsable a menudo de reacciones alérgicas.
-Gentamicina: un antibiótico.
-Escualeno: sustancia que procede del aceite de hígado de tiburón.
-Timerosal (etilmercurio): controvertida sustancia usada como adyuvante al que dada la toxicidad del mercurio se responsabiliza de severos daños neurológicos.

¿Lo sabía? Y eso que cada vacuna es distinta y puede incluir cosas diferentes. Pero no es todo. El principal problema procede del hecho de que la industria ha conseguido que en todos los países del mundo se vacune cada año a cientos de millones de personas. Y que algunas de ellas sean obligatorias violando así los derechos individuales en aras de la supuesta protección de la salud del colectivo. Y claro, eso requiere una producción industrial en masa y bien por escasez de materia prima orgánica, bien por la baja inmunogenicidad -capacidad para activar el sistema inmune- de los cultivos utilizados en la elaboración de la vacunas los laboratorios han acabado por mezclar la materia prima -el antígeno- con otras sustancias que se supone ayudan a aumentar la respuesta inmune. Solo que muchos de esos adyuvantes son altamente tóxicos. Pero eso no se cuenta…

Cabe añadir que los argumentos de quienes defienden los beneficios de las vacunas –no sólo de la gripe sino de todas- son suficientemente conocidos pero no los de quienes opinan que éstos son muy discutibles.

Por otra parte, diremos que el principal razonamiento de los detractores es que la mayoría de los microorganismos que causan enfermedades entran en el cuerpo por la nariz, la boca, el tracto digestivo o una herida externa y es en esos lugares donde el organismo los busca primordialmente para combatirlos. El cuerpo, pues, no espera que se introduzcan de forma tan poco natural, directa y masiva como a través de una inyección, sea ésta en vena, de forma intramuscular o mediante una incisión en la piel. Recordemos que es en las membranas mucosas de los lugares habituales de entrada donde nuestro organismo tiene preparada su primera línea de defensa para luchar contra cualquier microorganismo patógeno reduciendo así mucho -o incluso haciéndolo innecesario- la necesidad de activación del sistema inmunitario al completo. Sin embargo, cuando un virus o una sustancia patógena es inyectada dentro de un cuerpo esa primera línea de defensa es eludida y es el sistema inmunológico global el que se ve obligado a reaccionar de forma rápida por lo que la vacuna provoca una hiperactivación que además se ve multiplicada por los ya citados adyuvantes químicos que se añaden y cuya función básica es precisamente ésa. “No debemos olvidar –nos remarca el doctor Diego Jacques, miembro del Consejo Asesor de Discovery DSALUD - que cada vez que vacunamos introducimos en el cuerpo de la persona antígenos extraños en cantidad masiva que provocarán una respuesta fuerte del sistema inmune. Y en función de la similitud molecular antigénica con las moléculas de nuestro complejo mayor de histocompatibilidad (HLA) abrimos las puertas al desarrollo de una enfermedad autoinmune que podría manifestarse varios años después. Además la hiperactivación inmunitaria provoca una gran cantidad de interferón gamma que a su vez puede provocar aparición de moléculas HLA 2 en células del organismo que no tendrían que tenerlas provocando a su vez un ataque de los agentes del sistema inmune en contra de ellas”.

El peligro de los adyuvantes

Bien, pues es precisamente el uso de adyuvantes -como el mercurio, el aluminio y el escualeno- que van a usarse en las nuevas vacunas de la gripe A lo que está en el centro de la polémica sobre ellas y su relación con posibles daños neurológicos como el autismo y otros daños autoinmunes. Sobre todo ¡entre los niños! La doctora Judy Converse, refiriéndose al impacto negativo de las vacunas en los niños, afirma en su libro ¿Por qué los pediatras niegan lo evidente? lo siguiente: “Por primera vez en la historia los niños están más enfermos que la generación anterior. No es que estén un poco peor, es que están mucho peor en todos los planos: físico, emocional, educativo y de desarrollo”. En la web de la Vaccine Risk Awareness Network pueden encontrarse datos significativos a este respecto. Y aunque las cifras que en ella aparecen se refieran a Canadá pueden extrapolarse a otros países desarrollados. Bueno, pues los datos demuestran cómo en los últimos 25 años, coincidiendo con la generalización de las vacunas, ha habido una disminución enorme en la salud de los niños. En muchos ámbitos:

-Autismo. Mil veces más en menos de una generación.
-Diabetes juvenil: el número de casos ha aumentado un 104% desde 1980.
-Alergias en general: se han multiplicado por seis.
-Alergias anafilácticas a los alimentos: se han duplicado… sólo en la última década.
-Obesidad: la padece casi el 20% de la población. Tres veces más que 1980.
-Trastorno por Déficit de Atención: hoy es ya de casi un 10%.

“La naturaleza química de los adyuvantes –afirma la doctora Viera Scheibner, reconocida investigadora en el campo de los daños provocados por las vacunas-, su modo de acción y sus reacciones (efectos secundarios) son muy variables en cuanto a la forma en que afectan al sistema inmune y la gravedad de sus efectos adversos es la resultante de la hiperactivación del sistema inmunitario. Si bien los adyuvantes permiten la utilización de menos antígeno para conseguir la respuesta inmune y reducir los costes de producción de las vacunas son extraños al organismo y, salvo unas pocas excepciones, causan reacciones adversas”. Scheibner es autora de dos libros básicos para entender la polémica sobre las vacunas: “Cien años de investigación ortodoxa demuestran que las vacunas representan un asalto médico al sistema inmune” y “Problemas de comportamiento en los jóvenes: La relación con las vacunas”.

Evidentemente no representa a la corriente dominante. De hecho el pasado 7 de julio el Panel Estratégico sobre Inmunización de la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomendó que la vacuna de la gripe A se hiciera usando como adyuvantes aceite en agua –escualeno- y virus vivos atenuados para así poder aumentar la producción.

Resulta que los laboratorios fabricantes de la vacuna para la gripe A comprobaron pronto que la cepa del virus A-H1N1 produce entre un 30% y un 50% menos ingrediente activo del esperado. Y como una vacuna con adyuvantes puede contener diez veces menos de antígeno por dosis la OMS decidió utilizarlos. Recomendando de forma preferente el escualeno, uno de los de mayor potencia a la hora de activar el sistema inmune. Solo que, según denuncia el doctor S. Reed -del Instituto de Enfermedades Infecciosas de Washington-, en realidad no se conocen los mecanismos exactos de cómo el escualeno afecta a la respuesta inmune.

Así que tanto Novartis como GlaxoSmithKline –las multinacionales a las que España ha encargado las vacunas- utilizan escualeno en sus vacunas. Novartis el denominado MF59 y GlaxoSmithKline el ASO3. Además, claro está, de muchos otros componentes como los anteriormente citados. La vacuna de GlaxoSmithKline, por ejemplo, incluirá también el controvertido conservante timerosal, compuesto orgánico que contiene etilmercurio. Cuando el mercurio es un conocido neurotóxico -como el aluminio- y lleva años en el ojo del huracán de quienes le consideran responsables del aumento del autismo y otros daños neurológicos en el mundo. De hecho muchos países han prohibido ya que se use en las vacunas pero no es el caso de España.

Y se trata de una decisión muy arriesgada -por no decir estúpida- pues ya en junio del 2000 y en el marco de una reunión convocada por el Centro de Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de Atlanta (Georgia, EEUU) entre funcionarios federales y representantes de la industria para discutir las evidencias de los daños causados por el timerosal Tom Verstraeten, un epidemiólogo encargado de analizar las bases de datos que incluían a más de cien mil niños, concluyó que éste parecía ser responsable de un aumento dramático en el autismo y otros trastornos neurológicos.

Verstraeten señaló en la reunión que estudios anteriores también indicaban un vínculo entre el timerosal y los retrasos del habla, el llamado Trastorno por Déficit de Atención, la Hiperactividad y el Autismo. Y dijo que si bien no podía explicar el mecanismo de acción que hacía que el timerosal provocara esas patologías la evidencia de su relación con tales trastornos neurológicos era estadísticamente grande. El doctor Bill Weil -consultor de la Academia Americana de Pediatría- y el doctor Richard Johnston -inmunólogo y pediatra de la Universidad de Colorado- hicieron planteamientos similares. Sin embargo la presión de la industria impidió que tales datos llevaran a su prohibición.

El escualeno, la gran amenaza

Bueno, pues por si no fuera bastante una nueva sustancia se ha sumado a la lista de adyuvantes: el escualeno: Y lo que se dice de él no es precisamente tranquilizador. Por supuesto para la Organización Mundial de la Salud (OMS), los fabricantes de vacunas y los médicos que la aconsejan –que normalmente no investigan nada y están a lo que se les diga- no representa peligro alguno y está suficientemente testado. Y sin embargo en Estados Unidos no estaba aprobado su uso en las vacunas contra la gripe. La propia FDA ha reconocido que está considerando utilizarlo en la vacuna de la gripe A por primera vez dada la limitada capacidad mundial de producción de la misma.

La propia OMS explica que “El escualeno es una sustancia de origen natural presente en plantas, animales y seres humanos. Se elabora en el hígado de todas las personas y circula por la sangre. El escualeno se extrae del aceite de pescado y, en concreto, del aceite de hígado de tiburón. Tras su purificación se utiliza en productos farmacéuticos y vacunas”. Y con respecto a su inocuidad añade: “Se han administrado más de 22 millones de dosis de vacuna antigripal con escualeno. La ausencia de acontecimientos adversos significativos relacionados con la vacuna después de haber administrado este número de dosis sugiere que la presencia de escualeno en las vacunas no supone un riesgo significativo. Esta vacuna se ha administrado principalmente a personas mayores. A medida que comience a utilizarse esta vacuna y nuevas vacunas con escualeno en otros grupos de edad será preciso realizar un seguimiento post-comercialización para detectar cualquier acontecimiento adverso relacionado con las vacunas”.

En suma, una nueva contradicción de la OMS. Porque ha sido precisamente esa organización la que más ha insistido en que es a los niños a los primeros a los que hay que vacunar de la gripe A cuando ella misma reconoce la falta de estudios que señalen los efectos de vacunas con escualeno en ellos.

En España el Consejo Interterritorial de Sanidad ha decidido -al menos de momento- que sólo se vacunará a los menores que sufran enfermedades crónicas a partir de los seis meses. Porque como reconoció la propia ministra de Sanidad no hay "garantías de su seguridad" como para incluir a los niños entre los grupos de riesgo.

Inconcebible. No las hay ni para ellos… ¡ni para nadie! Así que la disposición a vacunarse alegremente de médicos, farmacéuticos, educadores y taxistas resulta más que chocante. Entre lo que dice la OMS y los datos constatados hay más contradicciones. Aún más serias. Lea el lector con atención este extracto de la rueda de prensa ofrecida en Ginebra (Suiza) por la doctora Marie-Paule Kieny, directora de investigaciones de vacunas de la OMS. Ésta acababa de manifestar a los presentes que podemos estar tranquilos sobre las vacunas porque son seguras incluso reforzadas con los adyuvantes de aceite en agua cuando Helen Branswell, de Canadian Press, le preguntó: “Me gustaría obtener alguna información sobre los adyuvantes y los niños. Obviamente los jóvenes se encuentran entre las personas más afectadas por esta cepa pero hasta ahora no creo que haya muchas pruebas sobre la seguridad de los adyuvantes en ese grupo. Yo vi ayer un documento que demuestra que con el MS59, por ejemplo, se ha vacunado a 600 ó 700 niños lo que no es una amplia muestra sobre seguridad”.

Y atención a la respuesta que recibió de la doctora Marie-Paule Kieny: “Tiene usted toda la razón en que faltan datos de seguridad, al menos en términos de cifras, en ciertos grupos de población. Usted ha mencionado a los niños. Sin duda no hay datos en niños de más de 6 meses de edad y menos de 3 años, no se dispone de datos en mujeres embarazadas y no hay datos en los asmáticos por lo que hay un buen número de personas para las que no existen datos. El Grupo de Expertos en Asesoramiento Estratégico (SAGE) de la OMS también ha manifestado que tan pronto como sea posible deberían obtenerse datos sobre estos grupos de población a fin de que sean vacunados con las nuevas vacunas. En términos de uso del nuevo adyuvante en los niños no hay una vacuna para niños muy pequeños que esté utilizando la fórmula.”

Es decir, reconocería que no hay datos sobre la seguridad de la vacuna ni en niños de 6 meses a 3 años, ni en mujeres embarazadas, ni en asmáticos. ¡Es decir, los grupos a los que la OMS quería vacunar primero! ¿Es o no un auténtico dislate todo lo que está pasando?

Edda West, directora de Vaccine Risk Awareness Network, cuenta en un artículo titulado Una mirada en el pavoroso mundo de los adyuvantes de las vacunas lo siguiente: “Los adyuvantes más eficaces se formulan con aceites pero han sido durante mucho tiempo considerados demasiado reactivos para su uso en seres humanos.

Los inmunólogos han sabido durante décadas que una dosis microscópica, incluso unas pocas moléculas de adyuvante inyectadas en el cuerpo, pueden causar perturbaciones en el sistema inmune y se sabe desde la década de 1930 que los adyuvantes a base de aceite son especialmente peligrosos por lo que su uso se ha restringido a los experimentos con animales”. De hecho durante mucho tiempo, agregaremos nosotros, cuando en los experimentos en laboratorio se ha pretendido forzar una enfermedad autoinmune se inyectaba a los animales este tipo de adyuvantes.

Una de las denuncias más contundentes sobre los experimentos médicos realizados por médicos y científicos que trabajaban para los militares norteamericanos -en los que el escualeno ocupa un lugar preferente- es el libro del premiado periodista de investigación Gary Matsumoto titulado Vaccine A: The Covert Government Experiment That's Killing our Soldiers and Why GI's are Only the First Victims sobre el programa de armas biológicas y el desarrollo de una vacuna experimental contra el ántrax conteniendo escualeno. Desde entonces ese adyuvante ha sido vinculado a las devastadoras enfermedades autoinmunes sufridas por innumerables veteranos de la Guerra del Golfo que se agruparon bajo la expresión Síndrome de la Guerra del Golfo.

La OMS niega la relación pero un estudio realizado en la Facultad de Medicina de Tulane en Nueva Orleans (Luisiana, EEUU) publicado en febrero de 2000 en Experimental Molecular Pathology incluía estas impresionantes estadísticas: “(…) La gran mayoría (95%) de las enfermedades de los pacientes desplegados en la Guerra del Golfo tenían anticuerpos contra el escualeno. Todos (100%) los pacientes vacunados para el servicio en la operación Tormenta del Desierto que no fueron desplegados pero que tuvieron los mismos síntomas que los desplegados tenían anticuerpos contra el escualeno”. Contundentes datos. Y las consecuencias fueron -y siguen siendo- desastrosas: “Los síntomas incluyen –escribe al respecto la antes mencionada Viera Scheibner en Adverse effects of adjuvants in vaccines - artritis, fibromialgia, adenopatías, erupciones, erupciones fotosensibles, erupciones cutáneas, fatiga crónica, dolores de cabeza crónicos, pérdida anormal de vello corporal, la no curación de lesiones de piel, úlceras, mareos, debilidad, pérdida de memoria, convulsiones, cambios de humor, problemas neuropsiquiátricos, anemia, elevación de la velocidad de sedimentación globular (VSG), lupus eritematoso sistémico, esclerosis múltiple, esclerosis lateral amiotrófica, fenómeno de Raynaud, síndrome de Sjorgren, diarrea crónica, sudoración nocturna y fiebre baja. Esta larga lista de reacciones muestra cuánto daño se hace por las vacunas, especialmente cuando se potencian por poderosos ‘inmunoestimuladores’ como el escualeno y otros adyuvantes”.

Según Matsumoto hay más de dos docenas de artículos aparecidos en revistascientíficascon datos de diez laboratorios de Estados Unidos, Europa, Asia y Australia que documentan que los adyuvantes de base escualeno pueden inducir enfermedades autoinmunes en ratones, ratas, cobayas y conejos. El Instituto Karolinska de Estocolmo (Suecia), por ejemplo, ha demostrado que el escualeno por sí solo puede inducir la versión animal de la artritis reumatoide. La Academia de Ciencias de Polonia, por su parte, asevera que en los animales el escualeno por sí solo puede producir lesiones catastróficas para el sistema nervioso y el cerebro. Y la Facultad de Medicina de la Universidad de Florida que en los animales el escualeno por sí solo puede inducir la producción de anticuerpos específicamente asociados con lupus eritematoso sistémico. Agregaremos que es cierto que también existen estudios en sentido contrario pero buena parte de ellos están ¡directamente vinculados a los laboratorios fabricantes! Y por tanto son de muy dudosa credibilidad.

“Los adyuvantes –señala Edda West en su artículo- pueden romper la ‘tolerancia, lo que significa que pueden desactivar el sistema inmune hasta el punto de que pierde su capacidad para distinguir lo que es “natural” de lo que es ajeno. Normalmente el sistema inmune no tiene en cuenta los componentes del propio cuerpo. Los inmunólogos llaman a eso ‘tolerancia’ pero si algo lleva a romper esa ‘tolerancia’ a continuación el sistema inmune se vuelve autodestructivo sin tregua, ataca al organismo que se supone debe defender. Los científicos teorizan que los adyuvantes a base de aceite tienen la capacidad de ‘hiperactivar’ el sistema inmune y, al hacerlo, crean el caos induciendo una respuesta tan potente que el sistema inmune se vuelve literalmente loco y empieza a atacar a elementos que normalmente ignora”.

El sistema inmune, de acuerdo con los estudios mencionados, reconoce al aceite de escualeno como una molécula propia ya que se encuentra en todo el sistema nervioso y en el cerebro. De hecho podemos consumir escualeno en el aceite de oliva y el sistema inmune no sólo lo reconocerá sino que también aprovechará los beneficios de sus propiedades antioxidantes. La diferencia pues entre escualeno “bueno” y “malo” estaría en la ruta por la que entra al cuerpo. Como ya hemos explicado la vacuna con escualeno pretende hiperactivar el sistema inmune y dotarle de memoria sobre los elementos que en el futuro debe perseguir y atacar pero al introducir el escualeno por una vía de entrada no normal el sistema inmune se ve luego impelido a atacar todas las moléculas de escualeno sin discriminarlas, ¡incluidas las propias! Y éste es vital para la salud del sistema nervioso. Y si eso ocurriera sólo en el momento en que alguien se pone la vacuna podría tener un pase pero existe la posibilidad de que a partir de entonces el sistema inmune ataque también al escualeno natural cuando éste sea generado por el organismo como elemento fundamental del sistema nervioso dando lugar a la posible aparición de patologías autoinmunes crónicas. Que a veces aparecen meses o años después de recibir una vacuna –por ejemplo contra la gripe común- y nadie asocia luego esa patología con ella.

La OMS responde que el escualeno se ha utilizado ya en millones de dosis de vacunas contra la gripe y es verdad pero mayoritariamente en personas de la tercera edad. ¿Y alguien responsabilizaría de la aparición de una artritis reumatoide o un trastorno neurológico en cualquiera de ellos a la vacuna?

“Una de las grandes características distintivas del sistema inmunitario –señala la doctora West- es algo similar a una inteligencia innata muy sensible que ha evolucionado a lo largo de eones para poder responder con precisión a lo que considera una amenaza para el cuerpo. Debido a que el cuerpo contiene muchos tipos de moléculas oleosas y lípidos puede ser que cuando uno se inyecta aceite el sistema inmune responda no sólo específicamente sino con mayor intensidad debido a que el aceite adyuvante se asemeja estrechamente a los aceites naturales encontrados en el cuerpo. Tiene lugar entonces una ‘reacción cruzada’ que provoca en el sistema inmune el caos destruyendo cualquier aceite en el cuerpo que se asemeje a los del aceite adyuvante. Enfermedades desmielinizantes como la esclerosis múltiple son un ejemplo de este proceso de destrucción autoinmune”.

El escualeno sigue siendo, en suma, una incógnita científica aunque no sus efectos en animales. Pero tanto este adyuvante como el timerosal -ambos presentes en las vacunas que se disponen nuestras autoridades a poner en la calle-están bajo serias sospechas de provocar daños graves en el organismo. Hasta la propia OMS reconoce que faltan datos concluyentes sobre su seguridad en importantes grupos de riesgo. Tom Jefferson, coordinador de la sección de vacunas contra la influenza de Cochrane Colaboration -una organización independiente que examina la investigación que anualmente se realiza sobre la gripe- ha afirmado: “Las nuevas vacunas no se comportan nunca de la manera que usted espera. De hecho puede que estén relacionadas con el Síndrome de Guillain-Barré, patología que no se la deseo a nadie. Y sin embargo podría terminar ocurriendo porque uno de los aditivos de una de las vacunas es una sustancia denominada escualeno y ninguno de los estudios que hemos examinado tiene una investigación completa sobre él”.

El síndrome de Guillain-Barré

El llamado Síndrome Guillain-Barré (GBS) es una enfermedad devastadora que ataca el sistema nervioso y puede provocar parálisis. Según el National Institute for Neurological Disorders and Stroke de Estados Unidos se trata de un grave trastorno en el cual el sistema inmune del cuerpo ataca parte del sistema nervioso periférico. Sus síntomas pueden ir aumentando en intensidad hasta que los músculos quedan inutilizados y el paciente casi paralizado. “Normalmente –señala la web del National Institute for Neurological Disorders- aparecen pocos días o semanas después de que el paciente haya tenido síntomas de una infección viral gastrointestinal o respiratoria. Ocasionalmente la cirugía y las vacunaciones pueden activar el síndrome”.

No es la primera vez que esta devastadora enfermedad autoinmune se relaciona con las vacunaciones masivas. En 1976 las autoridades de salud estadounidenses creyeron descubrir un nuevo virus de gripe en una base militar de Fort Dix en Nueva Jersey (EEUU). Un soldado murió después de haber sido sometido a una jornada agotadora de instrucción a pesar de tener fiebre. Su muerte se achacó a un nuevo virus de gripe porcina. Además alrededor de 200 personas enfermaron. Las autoridades decidieron entonces la vacunación masiva en medio de todo tipo de predicciones catastróficas. Cuarenta y cinco millones de personas fueron vacunadas contra el virus. La pandemia nunca tuvo lugar pero cerca de 500 personas vacunadas desarrollaron el Síndrome Guillain-Barré. El 21 de diciembre de 1976 el New York Times calificaba de fiasco, debacle, error espantoso y vietnam médico el “invento” de una epidemia de gripe porcina. La campaña de vacunación tuvo que ser suspendida y hubo que pagar en los años siguientes cientos de millones de dólares en indemnizaciones.

Luego, ¿puede provocar la nueva vacuna efectos similares? Sus defensores dicen que no pero el peligro sigue presente porque a día de hoy nadie ha descubierto la razón por la que la vacuna de 1976 contra un virus H1N1 enfermó a tanta gente de una patología en la que el sistema inmune del cuerpo ataca equivocadamente sus propios nervios. De hecho hay investigadores que aún cuestionan que la vacuna fuera la causa real del síndrome. Otros muchos, sin embargo, opinan que no hay duda de ello. El Instituto de Medicina de la Academia Nacional de Ciencias estadounidense llegó a la conclusión después de una extensa revisión en el 2003 de que existía “suficiente evidencia” para aceptar relación entre la vacuna de 1976 y el síndrome. El doctor Lawrence B. Schonberger, epidemiólogo en los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) constató en 1976 que las personas que recibieron la vacuna tenían siete veces más posibilidades de desarrollar el Síndrome de Guillain-Barré que aquellos que no la recibieron. En total la vacunación dio como resultado casi un caso de síndrome de Guillain-Barré por cada 100.000 personas vacunadas lo que se traduciría en aproximadamente 450 casos de los en torno a 45 millones de personas que recibieron la vacuna.

La pregunta más intrigante es cómo la vacuna provocó el síndrome. Y la explicación más probable es que algún elemento de la vacuna se asemejaba a un componente de las células nerviosas y cuando el sistema inmune del cuerpo montó un ataque contra ese componente también atacó a los nervios. La misma hipótesis que en la actualidad se baraja para explicar los daños que el escualeno produciría en el sistema inmune. Irving Nachamkin, profesor de Patología y Medicina de Laboratorio en la Universidad de Pensilvania (EEUU) examinó unas vacunas de 1976 que habían sido salvadas por un científico en Texas. Y en un artículo titulado Anti-ganglioside antibody induction by swine (A/NJ/1976/H1N1) and other influenza vaccines: insights into vaccine-associated Guillain-Barré syndrome publicado en 2008 en el Journal of Infectious Diseases él y sus colegas explicaron que la vacuna, administrada a ratones, fabricaba anticuerpos que reaccionaban con los gangliósidos, componentes de las células nerviosas. Y los gangliósidos constituyen el 6% de los lípidos de membrana de la materia gris del cerebro humano y, en menor cantidad, forman parte de las membranas de la mayoría de los tejidos animales no nerviosos. Que un anticuerpo ataque los gangliósidos es pues parte del mecanismo de la enfermedad de Guillain-Barré.

Así que la posibilidad de que las nuevas vacunas pudieran provocar una cadena de efectos secundarios graves es un temor latente entre los propios médicos, al menos entre los mejor informados. Y buen ejemplo de ello es que, tal y como informó en exclusiva el diario británico The Mail, la Agencia de Protección de la Salud (APH) -organismo oficial que supervisa la salud pública en Gran Bretaña- ha enviado dos cartas a los neurólogos para que estén alerta ante un posible aumento del Guillain-Barré (SGB) desencadenado por la nueva vacuna.

La primera carta -de fecha 29 de julio de este año- fue escrita por la profesora Elizabeth Miller, jefa del Departamento de Inmunización de la Agencia de Protección de la Salud. Y en ella afirma: “Las vacunas utilizadas para combatir la pandemia de gripe porcina prevista en 1976 demostraron estar asociadas con el Síndrome de Guillain-Barré y fueron retiradas (…) Reportar todos los casos de presentación de informes de Síndrome de Guillain-Barré, independientemente de la vacunación o historial de enfermedades, es pues esencial para la realización de análisis epidemiológicos sólidos capaces de identificar si existe un mayor riesgo de ella en los períodos de tiempo definidos tras la vacunación, o después de la gripe en sí, en comparación con el riesgo normal”. La segunda carta -de fecha 27 de julio- es de la Asociación de Neurólogos británica y está escrita por el doctor Rustam Salman Al-Shahi -presidente de su unidad de vigilancia- y el profesor Patrick Chinnery -presidente de su comité de investigación clínica-. Y en ella puede leerse: “(…) Necesitamos la participación de cada uno de los miembros en un nuevo estudio del Síndrome de Guillain-Barré que se iniciará el 1 de agosto y una duración de aproximadamente nueve meses. Tras el programa de vacunación de 1976 contra la gripe porcina en Estados Unidos un estudio retrospectivo encontró un posible aumento de ocho veces en la incidencia de Síndrome de Guillain-Barré. Es pues obligatorio comprobar de forma activa cada caso posible en el Reino Unido porque si hay señales de que aumenta el número de casos con Síndrome de Guillain-Barré tras empezar con el programa de vacunación el Gobierno podría decidir poner fin al mismo”.

También el editorial de la internacionalmente reconocida revista Lancet del pasado 3 de agosto reclamaba prudencia ante la aprobación de vacunas no suficientemente testadas: “Muchas agencias nacionales –se afirmaba en el editorial- han creado procesos de aprobación acelerados para la vacuna contra el H1N1 lo que significa que podría aprobarse sin los datos habitualmente exigidos de seguridad y eficacia. La seguridad de las vacunas, por tanto, debe ser monitoreada a través de vigilancia post-comercialización. Sin embargo algunos temen una repetición de lo ocurrido en 1976 en Estados Unidos cuando la vacunación masiva se vio asociada con complicaciones que obligaron a dar por concluida la campaña y retirar la vacuna. Los países deben evaluar cuidadosamente los riesgos y beneficios de una vacuna contra el H1N1 de rápida aprobación sobre todo porque la enfermedad ha sido hasta ahora leve con una recuperación total en la mayoría de los pacientes. También deben asegurarse de que tienen una fuerte vigilancia post-comercialización en el lugar antes de suministrarla”.

¿Qué hacer?

Claro que en la misma línea de Lancet se pronunció ya la propia Organización Mundial de la Salud (OMS) que reconoce -¡faltaría más!- que al comienzo de la vacunación no habrá suficientes datos sobre su seguridad. “La premura determina –señala en su nota informativa nº 6- que los datos clínicos recabados cuando las vacunas antipandémicas se empiecen a administrar sean por fuerza limitados. Por eso las pruebas de inocuidad y eficacia tendrán que proseguir después de haberse empezado a administrar la vacuna”. Solo que para entonces millones de personas se habrán ya vacunado contra una gripe que no es más grave ni mortal que la de un año cualquiera.

Tampoco se ha molestado nadie en aclarar cuál puede ser la reacción en quienes habiendo pasado consciente o inconscientemente la gripe A decidan guiados por el temor vacunarse contra la gripe estacional y contra la gripe A. Dos por el precio de una. “Al mezclar varios genomas o trozos genómicos –explica el doctor Diego Jacques- se aumenta el numero de antígenos y por tanto aumenta el riesgo de desarrollar una respuesta excesiva del sistema inmune. Y como consecuencia aumentar las posibilidades de similitud antigénica y/o aparición de moléculas en superficie de nuestras células que provocarán su destrucción por el mismo sistema inmune. Riesgo que es mayor en los niños porque el sistema de salud pública ya les ha administrado una cantidad enorme de antígenos por las vacunas previstas en el calendario”.

No se deje pues engañar. Vacunarse es siempre asumir un riesgo -sobre todo si está sano- pero en esta ocasión con mucho mayor motivo. El doctor Juan Gervás, médico de Atención Primaria que imparte clases tanto en la Facultad de Medicina de la madrileña Universidad Autónoma como en la Escuela Nacional de Sanidad, conocido por su beligerancia contra la práctica farmacéutica de hacer “regalos” a los galenos y firmante del Manifiesto contra la Vacuna del Virus del Papiloma Humano hacía recientemente una propuesta muy razonable: “Ante la gripe A –decía- conviene hacer lo que siempre se hace ante la gripe: cuidarse con prudencia y tranquilidad. Buena hidratación, buena alimentación, buena higiene, y recurrir al médico cuando haya síntomas de importancia, tipo tos con expulsión de sangre y gran deterioro de la respiración. Conviene no ‘toserle’ a nadie, no tocarse la nariz, taparse la boca al estornudar y lavarse las manos antes de comer, después de ir al servicio y si uno se mancha con los mocos. El virus se elimina por la mucosidad nasal aproximadamente en los primeros cinco días de la enfermedad. El uso de mascarillas no parece que ayude a evitar la propagación de la epidemia. Tampoco conviene hacer mucha vida social los primeros días. Respecto al embarazo no hay nada que decir pues es saludable en cualquier caso, también durante la epidemia de gripe A”.

Respecto a las opciones terapéuticas propuestas -los antivirales y las vacunas- es claro: “No hay tratamiento preventivo alguno. Los medicamentos contra la gripe A no previenen la enfermedad (ni el oseltamivir ni el zanamivir). Y una vez que se tiene la enfermedad esos medicamentos son también casi inútiles (acortan medio día la evolución de la enfermedad). Además tienen efectos adversos (…) Quizás en algunos casos valga la pena su uso como tratamiento, por ejemplo en enfermos graves y en pacientes con enfermedades crónicas importantes, pero no son útiles ni en niños ni en adultos sanos. La vacuna contra la gripe es de poca utilidad en niños y adolescentes -con una efectividad del 33%- y absolutamente inútil en los menores de dos años. Hay además dudas sobre su eficacia en adultos y ancianos. De la vacuna contra la gripe A no sabemos nada pero en 1976 se produjo en Estados Unidos una vacuna parecida, también con todas las prisas del mundo por presunto peligro de pandemia, y el resultado fue una epidemia pero de efectos adversos graves por su causa (como el Síndrome de Guillain-Barré, una enfermedad neurológica) que obligó a parar la vacunación. Las prisas no son buenas para nada y menos para parar una gripe como la A que tiene tan baja mortalidad”.

¿Llegados a este punto aún tiene dudas el lector sobre lo más conveniente? Pues pregúntese qué van a hacer los médicos. Porque según datos publicados en el British Medical Journal un grupo de científicos de la Universidad de Hong Kong entrevistó recientemente a más de 8.500 médicos, enfermeras y otros profesionales sanitarios sobre su disposición a ponerse la vacuna contra el virus A-H1N1 una vez la terapia haya pasado los reducidos ensayos clínicos y esté disponible a gran escala y el resultado sorprendió: menos de la mitad se mostró partidario de ponerse la vacuna. La mayoría dudaba de su seguridad y eficacia y alegó que no se la pondrían porque temen sus posibles efectos secundarios. La sorpresa de los expertos fue patente porque Hong Kong sufrió seriamente en el 2003 el brote de Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SRAS). Paul Chan, uno de los autores del estudio, cree que los resultados son perfectamente extrapolables a otros lugares porque menos del 60% de los trabajadores de la salud en la mayoría de los países se vacuna contra la gripe.

En España se calcula que sólo se vacuna contra la gripe el 35% -al igual que en Estados Unidos- pero en Gran Bretaña sólo lo hace ya el 17%.

Agregaremos que en otra encuesta hecha a 1.500 enfermeras -publicada recientemente en la revista Nursing Times- la tendencia fue la misma. Una de cada tres enfermeras no es partidaria de vacunarse. Sólo el 37% de las entrevistadas respondió afirmativamente a la cuestión de si iba a ser vacunada. El 60% de quienes se negaron argumentó razones de seguridad.

Y como no hay dos sin tres en otro sondeo entre médicos de Atención Primaria elaborado por la revista Healthcare Republic el 60% de los 216 entrevistados declinó la opción de vacunarse y más del 70% respondió que era porque la vacuna no había pasado aún por suficientes ensayos clínicos.

Es suma; ¡ni los profesionales de la salud se fían de la vacuna de la gripe A!

Una pandemia indecente

No seríamos honestos si no añadiéramos que la pandemia decretada por la Organización Mundial de la Salud (OMS), en permanente contacto en todo momento con la industria farmacéutica, ha llegado en el momento más oportuno para las grandes multinacionales: en plena crisis económica mundial y de nuevas ideas. Y que circulan por Internet todo tipo de teorías sobre lo que cada vez más gente considera una auténtica conspiración de alcance mundial e intereses muy variados. En algunos casos indemostrables pero en otros con suficientes datos. Existe ya por ejemplo una denuncia formal puesta en Austria contra la multinacional Baxter por contribuir a “prácticas genocidas” mediante la adulteración de vacunas y sobre la que tendrán que pronunciarse los jueces. Tampoco es nada tranquilizador saber que con la excusa de “prepararnos para una posible epidemia” hace tiempo que la industria y los militares destriparon el virus de la gripe española y llevan años descomponiendo y recomponiendo todo tipo de virus en sus laboratorios. Como también es cierto que durante la era Bush una legislación de lo más comprensiva eximió a los laboratorios de cualquier responsabilidad por daños causados por las vacunas en casos de emergencia. Y que la misma decisión se tomó en nuestro país hace tres años aunque nadie parezca haberse enterado. En Estados Unidos, en virtud de un documento firmado el pasado mes de julio por la Secretaria de Salud y Servicios Humanos Kathleen Sebelius, los fabricantes de vacunas y los funcionarios federales serán inmunes a las demandas que resulten de cualquier nueva vacuna contra la gripe porcina. Y se hizo basándose en las disposiciones de una ley aprobada en el 2006 para casos de “emergencias de salud pública”. Bueno, pues ¡qué casualidad! –como si ésta existiese- en España se adoptó la misma medida ¡ese mismo año! Fue incluida en la Ley 29/2006, de 26 de julio, de garantías y uso racional de los medicamentos y productos sanitarios que en su artículo 24, punto 5, establece lo siguiente: “La Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios podrá autorizar temporalmente la distribución de medicamentos no autorizados, en respuesta a la propagación supuesta o confirmada de un agente patógeno o químico, toxina o radiación nuclear capaz de causar daños. En estas circunstancias, si se hubiere recomendado o impuesto por la autoridad competente el uso de medicamentos en indicaciones no autorizadas o de medicamentos no autorizados los titulares de la autorización y demás profesionales que intervengan en el proceso estarían exentos de responsabilidad civil o administrativa por todas las consecuencias derivadas de la utilización del medicamento salvo por los daños causados por productos defectuosos.”

Impunidad que se completó este mismo año con el Real Decreto 1015/2009, de 19 de junio, por el que se regula la disponibilidad de medicamentos en situaciones especiales ya que en el artículo 19 punto 1 del mismo se establece que “La Agencia Española del Medicamento podrá elaborar protocolos que establezcan las condiciones para la utilización de un medicamento no autorizado en España cuando se prevea su necesidad para una subpoblación significativa de pacientes. Dichos protocolos de utilización podrán realizarse a propuesta de las autoridades competentes de las comunidades autónomas”.

Como es evidente estas medidas legales convierten a la población que se quiera vacunar en conejillos de indias humanos sin recurso legal alguno si su salud, como consecuencia de una vacuna que no deja de ser experimental, sufre algún daño o muere. Pero también significa desgraciadamente que lejos de incentivar el interés por la seguridad de los laboratorios consigue lo contrario: liberar a la industria de la “molesta” presión de la seguridad del producto final. El negocio es así redondo para los laboratorios. En el peor de los casos, si la vacuna o los antivirales además de inútiles resultan ser dañinos y hubiera que retirarlos, las multinacionales no tendrán que hacer frente a indemnización alguna. Y ningún país les podrá reclamar un solo euro de lo comprado aunque haya que destruir todo en incineradores.

Y como quiera que los países más ricos pagarán casi 10 dólares por dosis –según explica Businessweek- se calcula que la Big Pharma –nombre que recibe el conjunto de las grandes multinacionales farmacéuticas- podría llegar a ingresar en torno a los 50.000 millones de dólares al año solo con la vacuna de la gripe A. Y es que los grandes laboratorios –incluyendo a Baxter, GlaxoSmithKline, Novartis, Sanofi-Aventis y AstraZeneca- han firmado ya contratos con más de cincuenta gobiernos.

¿Alguien puede seguir creyendo en serio tras leer el dossier que en este número publicamos que el miedo irracional por una gripe que es menos problemática que la común se justifica y, sobre todo, que todo esto no es más que una conspiración montada tras el fiasco de la gripe aviar para que unos individuos sin escrúpulos se enriquezcan? ¿O cree que es casualidad que en el 2006 se aprobaran en numerosos países leyes que permitieran a los implicados no tener que responder ante los tribunales? Es más, ¿le parece razonable el gigantesco gasto asumido por los gobiernos de todo el mundo para preservar a la población de una gripe tan leve como ésta cuando la común causa medio millón de muertos al año? ¿Cuando mueren dos millones de personas al año por la malaria y otros dos millones a causa de algo tan fácilmente evitable como la deshidratación por diarrea? Y no son más que dos ejemplos…

Marc Gentilini, ex presidente de la Cruz Roja francesa y antiguo jefe de servicio de las enfermedades infecciosas y tropicales en el hospital parisino la Pitié-Salpétrière, piensa como muchos de nosotros: “Mil millones de euros (sólo en Francia) para una vacuna de la que no sabemos absolutamente nada es muy precipitado. Ese dinero bien podría servir para otra cosa. Es una situación éticamente inaceptable. Esta es LA PANDEMIA DE LA INDECENCIA”.

¿Qué componentes tiene una vacuna?

Con el fin de que el lector no versado lo sepa conviene explicar que en toda vacuna pueden diferenciarse cuatro tipos de elementos:

1. El componente activo que se busca sea el responsable de la respuesta inmune protectora.

2. El líquido de suspensión en el que va disuelto o emulsionado el componente activo para que sea posible su administración.

3. Las sustancias preservantes cuya función es evitar que se produzca la contaminación de la vacuna por bacterias u hongos durante su almacenamiento y transporte.

4. Las sustancias adyuvantes que aumentan la respuesta del individuo al componente activo de la vacuna.

En algunas vacunas los efectos secundarios o las contraindicaciones no se deben pues al componente activo sino a alguno o algunos de los componentes del líquido de suspensión (por ejemplo, las proteínas de los medios donde se incuban los microorganismos), de los preservantes (por ejemplo, los antibióticos) o de los adyuvantes (aluminio, mercurio, escualeno…).

Pues bien, en el Manifiesto Contra la Vacuna Obligatoria -firmado por muchos expertos en ese ámbito como los doctores William R.Deagle, Andrew Moulden, Mayer Eisentstein y Daniel Ellis, entre otros- existe un apartado en el que se señalan las sustancias que suelen formar parte de las vacunas en general. Y son éstas: hidróxido de aluminio, fosfato de aluminio, sulfato de amonio, anfotericina B, tejidos animales -sangre de cerdo, sangre de caballo, cerebro de conejo, riñón de perro, riñón de mono, embrión de pollo, huevo de pollo, huevo de pato, suero bovino, betapropiolactona, suero fetal bovino-, formaldehído, formalina, gelatina, glicerol, células diploides humanas (de tejidos humanos procedentes de fetos abortados), hidrolizados de gelatina, glutamato monosódico, neomicina, sulfato de neomicina, fenoxietanol (anticongelante), difosfato de potasio, monofosfato de potasio, polimixina B, polisorbato 20, polisorbato 80, ganado porcino (cerdo), hidrolizado de caseína de páncreas, proteínas MRc5, sorbitol, sacarosa, timerosal (mercurio), tri (n) butilfosfato, células Vero (una línea continua de células de riñón de mono y glóbulos rojos de carnero). De los que se consideran tóxicos los derivados de aluminio, la betapropiolactona, el glutamato monosódico, el formaldehido, el fenoxietanol, el polisorbato 80, el tri(n)butilfosfato y el timerosal (mercurio).

Bueno, pues según los Centros de Control de Enfermedades de Estados Unidos en las vacunas contra la gripe – como Fluarix, Flulaval, Fluvirin y Fluzone FluMist- pueden encontrarse además de los antígenos los siguientes componentes:

-En Fluarix: albúmina, formaldehido, hidrógeno, fosfato de sodio, dodecahidrato, gentamicina, hidrocortisona, buffers de fosfato, Triton X-100, polisorbato 80, desoxicolato de sodio, cloruro de sodio, tocoferil, células de riñón de pollo y embrión de huevo.

-En Flulaval: albúmina, formaldehido, buffers fosfato, desosicolato de sodio y embrión de huevo.

-En Fluvirin: betapropiolactona, neomicina, polimixin B, Triton X-100, embrión de huevo..

-En Flumist: gentamicina, glutamato monosódico, sacarosa y embrión de huevo.
El timerosal está incluido cuando la presentación de la vacuna es en multidosis.
Como puede observarse en ninguna de las dos relaciones está incluido el escualeno -lea el cuerpo central de este reportaje- que según todos los datos disponibles hasta el momento se utilizará en las nuevas vacunas contra la gripe.

Y los riesgos inherentes al uso de preservativos y adyuvantes -aunque esté “avalado” por la comunidad científica- nunca puede descartarse tal y como reconoce la propia Agencia Europea del Medicamento: “Incluso aunque ningún efecto adverso grave –se dice en un documento sobre el uso de los adyuvantes- se observe en un amplio estudio de seguridad y toxicología no clínica, no se puede garantizar que la nueva vacuna y formulación adyuvante no presente riesgos para los vacunados y que acontecimientos inesperados no puedan ocurrir. La imprevisibilidad de los efectos de los adyuvantes en los seres humanos resulta de una compleja interacción entre factores tales como la vía de administración, la dosis de antígeno y la naturaleza del antígeno. Por esa razón una evaluación sobre la seguridad final de la recientemente desarrollada formulación de la vacuna sólo puede llevarse a cabo sobre la base de ensayos clínicos”.

La opinión del Dr. Xavier Urtiarte, presidente de la Liga para La Libertad de Vacunación

El doctor Xavier Uriarte -autor de El peligro de las vacunas- es presidente de la Liga para La Libertad de Vacunación, una “asociación plural, sin fines lucrativos e independiente de intereses corporativos, económicos e ideológicos” que pretende dar a conocer información contrastada y crítica sobre las vacunas y las consecuencias que provoca. Pues bien, sobre las nuevas vacunas para la gripe A aconseja simplemente “no inoculárselas porque no existe todavía información epidemiológica suficientemente contrastada sobre las mismas”.

-Doctor, ¿pueden obligarnos a vacunarnos?

-No hay en España, ni en gran parte del mundo, obligación de vacunarse. Es un derecho presente en la constitución pero se puede elegir. La vacuna de la gripe A en ningún momento será obligatoria.

-¿El gran problema de las vacunas modernas son, más que los microorganismos, los adyuvantes?

-Los problemas que causan las vacunas vienen generados por la línea de los microorganismos (bacterias, virus, ADN, exotoxinas, polisacáridos, etc.) y de las sustancias acompañantes o adyuvantes (anestésicos, huevo, antibióticos, derivados mercuriales, timerosal, sales de aluminio, etc.).

-¿Provocar la hiperactivación del sistema inmune puede volverse contra el enfermo?

-Toda vacuna puede estimular de manera descontrolada nuestro organismo. Las reacciones más conocidas y frecuentes aparecidas tras la vacunación masiva son del tipo alergias, intolerancias digestivas, autoinmunes (diabetes, autismo, esclerosis en placas, mielitis o paràlisis progresivas, púrpura, insuficiencia renal, etc) e hiperplásicas o tumorales (cánceres de sangre).

-¿Alguien que haya pasado más o menos de forma consciente la gripe A puede tener problemas si se vacuna al introducir de nuevo en su organismo trazas del microorganismo?

-Los virus de la influenza son numerosísimos y habitan saprófitamente en nuestras mucosas desde la gestación. Su presencia desde los albores de la vida no significa contaminación, ni transmisión, ni enfermedad. Tienen la función de regular beneficiosamente nuestro organismo. La introducción de virus artificiales creados en laboratorio en cambio sólo puede complicar nuestras funciones orgánicas e incrementar tanto la incidencia de la gripe como la frecuencia de las complicaciones postvacunales.

-¿Qué puede ocurrir con la mezcla de dos trazas, gripe estacional y gripe A, en el organismo?

-La diferencia entre la gripe estacional y la falsamente denominada pandemia de gripe A es nula. Estamos hablando de la misma gripe. Únicamente hemos de saber que la gripe estacional siempre está presente pero tiene su onda epidémica entre diciembre y febrero de cada año. Durante el resto del año, de marzo hasta noviembre, existe la gripe pero con una incidencia menor. No hay ni epidemia ni pandemia.

-¿Tiene que ver el aumento de patologías infantiles con la vacunación?

-Las vacunaciones infantiles masivas e indiscriminadas desde la instauración del nuevo estado de las autonomías en España (1980) son un elemento a tener en cuenta en la aparición del autismo, de los trastornos evolutivos, de la epilepsia, de la muerte súbita del lactante, de las parálisis progresivas, de las cegueras y sorderas, de la diabetes, de la insuficiencia renal, de las alergias, de las intolerancias digestivas e, incluso, de algunas de las enfermedades infantiles como la tos ferina, la polio, la hepatitis, las paperas, etc.

-¿A qué edades se debe y a cuáles no vacunar?

-Las familias “vacunalistas” habrían de tener paciencia y no poner ninguna hasta los 2-3 años. Existen experiencias beneficiosas en el mundo que indican que retrasar la vacunación disminuye las alteraciones en el comportamiento y la muerte súbita del lactante.

-¿Cuál es su consejo para aquellos padres que, llevados por el miedo, están dispuestos a vacunar a sus hijos con la vacuna de la gripe A?

-La mejor medida de salud pública protectora para los niños actualmente es… no vacunarlos. Ni con las viejas vacunas ni con las nuevas que vayan surgiendo.

ABN
03/11/09

Las patentes de medicamentos están permitiendo a la industria farmacéutica obtener lucro desmedido en lugar de beneficiar a la población, fue la afirmación en la que coincidieron los ponentes del foro “La industria farmacéutica y la gripe AH1N1”, llevado a cabo en el Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (Celarg).

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En este sentido, el ministro del Poder Popular para el Comercio, Eduardo Samán, explicó cómo la industria farmacéutica hace uso de las patentes para lucrarse y en ocasiones inventar enfermedades para vender productos amparados por esas licencias.

“Es importante limitar el otorgamiento de las patentes. En este foro nos seguimos dando cuenta cómo las empresas farmacéuticas, amparadas por el sistema de patentes, están haciendo y sacándole dinero a las personas”, puntualizó.

Destacó que los virus muchas veces son creados como estrategia de las compañías farmacéuticas para fortalecer en el comercio a medicamentos patentados y así sacar la mayor ganancia; aún a costa de la seguridad de la población.

“Cuando se detecta un virus, automáticamente ya las transnacionales tienen creada la vacuna y crean caos en la población para así comercializar el medicamento”, acotó Samán.

Asimismo, la hermana española Sor Teresa Forcades, conocida por su postura feminista y su obra literaria “Los Crímenes de las Grandes Compañías Farmacéuticas”, alertó a los gobiernos del mundo a que no permitan la entrada de la vacuna contra la gripe AH1N1 a sus respectivos países, debido a que produce efectos secundarios perjudiciales para la salud de las personas.

Indicó que es un tanto sospechoso que exista toda una campaña con respecto a la nueva influenza, que sólo beneficia a las industrias farmacéuticas. “La gripe AH1N1 no es una amenaza superior a la gripe estacional que tenemos cada año”, manifestó.

Por su parte, el historiador y profesor universitario Vladimir Acosta reveló el origen estadounidense del virus inicialmente llamado gripe porcina, puesto que los primeros casos se detectaron en el estado de California y que gracias al manejo mediático empleado por las grandes elites comunicacionales, lograron que muchos países desviaran la atención que para ese momento se tenía por la crisis económica mundial.

Dsalud
02/11/09

Las vacunas se consideran desde hace más de un siglo el mayor avance de la Medicina porque la reducción del número de muertos por patologías infecciosas se ha atribuido siempre a las campañas de vacunación masivas. Sin embargo no todo el mundo está de acuerdo ni con esa tesis ni con hacer de la vacunación el eje de la prevención sanitaria. Ni en el caso de la vacuna de la gripe A ni en la de las más de ¡doscientas vacunas! con las que se está experimentando hoy. Por eso cada vez más organizaciones, investigadores y médicos consideran necesario revisar la historia de las vacunaciones masivas para separar el mito de la verdad, la exageración de la realidad.

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Nadie debería vacunarse sin tener antes información fiable. Y eso incluye evidentemente a la vacuna de la gripe A. Claro que hoy no es políticamente correcto ni culturalmente asumible dudar de que las vacunas sean una buena solución para las enfermedades infecciosas. Solo que, ¿se nos ha contado la verdad sobre las vacunas? La respuesta es claramente negativa. Así que ante la decisión de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de declarar pandemia los escasos contagios de gripe A habidos en el mundo no está de más saber qué opinan quienes niegan que todas las bondades atribuidas a las vacunas sean ciertas.

Y para ello hemos decidido recurrir a Alan G. Phillips, un abogado estadounidense que se ha especializado en defender a quienes en su país se niegan a asumir la obligatoriedad de vacunarse, algo que para que sus conciudadanos sepan cómo hacer explica en una web: www.vaccinerights.com. De hecho lleva escritos numerosos artículos y obras sobre ello como Dispelling Vaccination Myths: An Introduction to the Contradictions Between Medical Science and Immunization Policy (Disipando mitos sobre la vacunación: introducción a las contradicciones entre la ciencia médica y la política de inmunización), publicada en 1996 y actualizada en el 2007 cuyo texto puede leerse íntegro en la web antes citada. Un artículo en el que, resumiendo la postura de quienes discrepan abiertamente de que las vacunas sean la solución a todos nuestros males, se centra en lo que considera los “diez mitos y verdades más importantes en torno a las vacunas”. Hemos hecho un resumen de sus conclusiones:

Mito nº 1: LAS VACUNAS SON SEGURAS
En Estados Unidos la ley de vacunación conocida como National Childhood Vaccine Injury Act crearía el llamado VAERS, un sistema para recopilar los informes que recogen los casos de personas que han sufrido efectos secundarios negativos tras haber sido vacunadas (tanto en el caso de los niños como de los adultos). Pues bien, según el mismo en Estados Unidos sufren cada año reacciones graves -a las distintas vacunas- unas 11.000 personas de las que unas 200 mueren y un gran número sufre discapacidades permanentes.

Un dato preocupante -por no decir alarmante- porque Phillips detectó algo muy significativo: según el Centro de Control de Enfermedades el número de casos que se notifica es sólo el 10% del total. Y eso supondría que las víctimas cada año serían 110.000 y los muertos llegarían a los 2.000. Pero es que la Food and Drug Administration (FDA) estima por su parte que sólo se notifica el 1% de las reacciones adversas graves. Y en tal caso habría cada año ¡1.100.000 afectados!

¿Llegarán pues a 20.000 los muertos anualmente?

El Centro de Información Nacional de Vacunas (NVIC) –un organismo contrario a la hipervacunación- afirma por su lado, como ejemplo de que pasa así efectivamente, que sólo una de cada cuarenta consultas médicas de Nueva York notifica los casos de daños graves o muertes relacionadas con las vacunas.

En suma, no hay datos exactos sino extrapolaciones. Y así es imposible saber la cifra real de efectos secundarios graves y muertes que se producen anualmente pero Phillips calcula que las reacciones adversas a las vacunas deben rondar sólo en su país entre las 100.000 que parecen indicar los datos de los Centros para el Control de las Enfermedades (CDC) y el millón y pico que sale de las cuentas de la FDA.
Asimismo recuerda que a nivel internacional hay diversos estudios -como el de W.C. Torch: Diptheria-pertussis-tetanus (DPT) immunization: A potential cause of the sudden infant death syndrome (SIDS)- que apuntan a la posible relación entre las vacunaciones masivas y el Síndrome de Muerte Infantil Súbita (SMIS). Según algunos de los expertos nombrados en su artículo hasta la mitad de esos casos pueden ser consecuencia de las vacunas. Y si bien es verdad que también existen estudios que niegan esa relación -los hay que incluso han llegado a señalar que la incidencia de SMIS en niños vacunados era levemente menor que en los no vacunados- lo único seguro es que unos y otros se contradicen.

Sin embargo hay datos mucho más objetivos: a mediados de los años setenta del pasado siglo XX las autoridades japonesas decidieron elevar la edad mínina de vacunación de dos meses… a dos años. Y poco después se comprobaría que el número de casos de muerte súbita había disminuido drásticamente. Al punto de que Japón pasó en el ranking de mortalidad infantil del puesto 17° al 1°, es decir, a tener la tasa de mortalidad infantil más baja del mundo. ¡Justo cuando los bebés dejaron de recibir vacunas! Y cuando también entonces en Inglaterra descendió temporalmente el número de vacunas -al 30%- tras aparecer diversas noticias que relacionaban daños cerebrales con ellas la tasa de mortalidad infantil bajó mucho durante dos años. Y volvería a subir en cuanto aumentó de nuevo el número de vacunas a finales de esa misma década.

Bueno, pues a pesar de tan contundentes datos la comunidad médica ¡sigue sin tan siquiera permitirse dudar de su idoneidad! ¿A alguien le parece razonable? Porque que las vacunas pueden provocar graves problemas no es discutible. El Programa del Gobierno de Compensación de Lesiones por Vacunas (NVICP) de Estados Unidos ha pagado desde 1988 a las familias de niños afectados por reacciones graves más de 1.200 millones de dólares por daños y perjuicios. Un “problema” que en el caso de la gripe A ni siquiera tendrán que plantearse las compañías farmacéuticas porque como se explica en el artículo anterior a éste la ley estadounidense Public Readiness and Emergency Preparedness (PREP) del 2006 les garantiza la inmunidad jurídica en caso de poner en circulación vacunas no debidamente probadas en caso de pandemia o emergencia que pudieran acabar provocando daños severos. Lo mismo que ha aprobado el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero en España ¡ese mismo año! Hablamos de la Ley 29/2006, de 26 de Julio, de garantías y uso racional de los medicamentos y productos sanitarios en su artículo 24, texto que ya reprodujimos en el texto precedente a éste. Pura casualidad, por supuesto. La única excepción es que exista una “voluntad específica de causar daños”, algo evidentemente imposible de probar por los afectados.

No es en cualquier caso el único “privilegio” legal de las compañías farmacéuticas. En los casos de pleitos por daños de las vacunas o problemas con los fármacos las compañías farmacéuticas prefieren llegar a acuerdos extrajudiciales que les permiten no llegar a juicio y también impedir que se conozcan datos científicos o médicos que de otra manera podrían darse a conocer públicamente durante el proceso judicial y que tras el acuerdo quedan legalmente silenciados.

Con lo que los responsables de las compañías nunca pagan con la cárcel sus excesos, desmanes y fechorías.

Y que el riesgo de las vacunas es alto lo demuestra que las aseguradoras se niegan a cubrir las posibles reacciones adversas causadas por ellas pues saben el gran número de demandas al que podrían tener que llegarse a enfrentar.

VERDAD Nº 1: “Las vacunas –afirma Alan G. Phillips- provocan un gran número de reacciones adversas graves, discapacidades permanentes y muertes además de tener un coste enorme, personal y público. Pero prácticamente nada de esto se ha contado”.

Mito nº 2: LAS VACUNAS SON MUY EFICACES
¿Es esta “verdad social y médica” cierta? Pues según Phillips –y numerosas organizaciones de todo el mundo- lo que sí está demostrado -existe un número significativo de estudios que lo documentan- es que ha habido epidemias de sarampión, paperas, viruela, poliomielitis y gripe ¡entre personas que había sido previamente vacunadas!

En 1989 los Centros para el Control de las Enfermedades (CDC) de Estados Unidos informaron de que “entre los niños en edad escolar ha habido epidemias (de sarampión) en escuelas con tasas de vacunación superiores al 98%”. Las ha habido en todas las zonas del país, incluidas áreas donde no había habido casos de sarampión desde hacía años” (el subrayado es nuestro).

En el estudio de Phillips se citan todas las fuentes bibliográficas científicas que respaldan sus afirmaciones. Cita por ejemplo un trabajo que concluye que la vacuna contra el sarampión “produce supresión inmunitaria que contribuye a aumentar la susceptibilidad a otras infecciones”. Y que sugiere además que la idea de “inmunizar” a toda una población puede ser contraproducente. Lo demuestran los casos de epidemias surgidos tras la vacunación de países enteros.

Es asimismo un hecho constatado que en Japón hubo un aumento anual de los casos de viruela tras la introducción de la vacunación obligatoria en 1872. En 1892 ya habían muerto 29.979 personas… y todas ellas habían sido vacunadas.

A principios de 1900 Filipinas sufrió la peor epidemia de viruela de su historia y tuvo lugar precisamente después de que 8 millones de personas recibieran 24,5 millones de dosis de vacunas (la tasa de vacunación fue del 95%). Es más, la tasa de mortalidad se cuadruplicó.

Cabe añadir que antes de la primera ley de vacunación obligatoria en Inglaterra –es de 1853- la mayor cifra de muertos por viruela en un período de dos años había sido de 2.000. Bueno, pues entre 1870 y 1871, tras las vacunaciones masivas, hubo en Inglaterra y Gales 23.000 muertes a causa de la viruela.

En 1989 Omán sufrió igualmente una epidemia generalizada de polio… seis meses después de haber vacunado a toda la población del país. Y en 1986 hubo en Kansas (EEUU) nada menos que 1.300 casos de tos ferina comprobándose luego que el 90% habían sido vacunados poco antes contra esa enfermedad. Y lo mismo pasó en Chicago en 1993 donde hubo un número inusual de casos de tos ferina y resultó que el 72% de los afectados también habían sido vacunados.

VERDAD Nº 2: “La evidencia –asevera Alan G. Phillips- muestra que las vacunas son una manera peligrosa y poco fiable de prevenir el malestar y la enfermedad”.

Mito nº 3: LAS BAJAS TASAS DE ENFERMEDAD EN ESTADOS UNIDOS SON ATRIBUIBLES A LAS VACUNAS
Phillips explica que mucho antes de la puesta en marcha de los programas de vacunación obligatoria la Asociación británica para el avance de las ciencias había constatado -entre 1850 y 1940- que las enfermedades infantiles habían disminuido un 90% gracias a la mejora del saneamiento público y a las prácticas de higiene. El doctor Harold Buttram publicó un artículo el año 2000 en The Medical Sentinel en el que afirmaba: “Entre 1911 y 1935 las cuatro causas principales de muerte infantil por enfermedades infecciosas en Estados Unidos eran la difteria, la tos ferina, la escarlatina y el sarampión. Sin embargo, en 1945 la tasa de mortalidad de las cuatro enfermedades juntas había disminuido un 95%. Antes pues de la implementación de los programas sistemáticos de vacunación”.

“En los países europeos que rechazaron las vacunas contra la viruela y la poliomielitis –agrega Phillips- las epidemias terminaron al mismo tiempo que en los países donde la vacuna era obligatoria; por tanto está claro que las vacunas no fueron el único factor determinante. De hecho inicialmente, tras las campañas de inmunización contra la viruela y la polio, hubo un aumento significativo en la incidencia de esas enfermedades. Y después de que se hiciera obligatoria la vacunación contra la viruela esta enfermedad continuó siendo habitual e incluso aumentó mucho mientras la incidencia de otras enfermedades siguió disminuyendo sin el uso de vacunas”.

En suma, es imposible saber si la vacunación contribuyó o no a la disminución sostenida de las tasas de mortalidad de la enfermedad o si la disminución se mantuvo en un proceso continuo marcado por las mejoras en la sanidad e higiene, en la alimentación, en el transporte, en el desarrollo de infraestructuras o en la tecnología de preservación de los alimentos. O si incluso es cierto que el número de enfermos de muchas patologías aumenta o disminuye a veces bruscamente porque están regidas por ciclos naturales de los que aun se conoce poco. Pero lo que sí se sabe es, como demuestra entre otros muchos estudios el realizado por Susan Curtis titulado A Handbook of Homeopathic Alternatives to Immunization, que las tasas de mortalidad y enfermedad en los países del tercer mundo no están directamente relacionadas con la vacunación ni con los tratamientos médicos sino que se hallan estrechamente vinculadas a la higiene y la alimentación.

Los partidarios de las vacunas usan como prueba de su eficacia las estadísticas de incidencia en lugar de las de mortalidad pero los expertos en Estadística sostienen que la mortalidad es un mejor indicador por la simple razón de que la calidad de la notificación y de los datos archivados es muy superior y más fiable. En 1974, por ejemplo, el Centro para el Control de las Enfermedades estadounidense aseguró que había habido sólo 36 casos de sarampión en Georgia pero el Sistema de Vigilancia del propio estado afirmaría que hubo en realidad 660. Y es que en muchos casos las incidencias leves o que se resuelven sin problemas tienden a no ser registradas. Por eso son más fiables las cifras de mortalidad que de las de incidencia.

VERDAD Nº 3: “No hay pruebas –afirma Phillips- que vinculen las vacunas con la disminución de las enfermedades infecciosas. En cambio la higiene y una alimentación saludable parecen ser eficaces”.

Mito nº 4: LA TEORÍA DE LA INMUNIZACIÓN Y SU PRÁCTICA PRUEBAN LA EFICACIA DE LAS VACUNAS
Aunque las vacunas estimulan la producción de anticuerpos Phillips señala que no hay ninguna evidencia que sugiera que por sí solas garanticen la inmunidad. Como ejemplo cita un estudio publicado por el Consejo Médico Británico en 1950 durante una epidemia de difteria que concluyó que no había relación entre la cantidad de anticuerpos y la incidencia de la enfermedad. Los investigadores encontraron personas resistentes a la enfermedad que tenían niveles de anticuerpos extremadamente bajos y enfermos con niveles altos de anticuerpos. La inmunidad natural es un proceso complejo que involucra muchos órganos y sistemas. No se puede reproducir en su totalidad estimulando artificialmente la producción de anticuerpos. En la misma línea son muchos los investigadores que señalan que el recuento de anticuerpos no es significativo en la evolución de los síntomas relacionados con el sida.

Otro componente de la teoría de la inmunización es la “inmunidad de grupo” que sostiene que cuando suficientes personas de una comunidad están inmunizadas el resultado es que todas las demás quedan igualmente protegidas. Sin embargo, como ya pusimos de manifiesto en los ejemplos citados al hablar de la eficacia real de las vacunas, hay muchos casos documentados que demuestran exactamente lo contrario; es decir, que tras haber sido vacunados todos los miembros de una población hubo luego no ya algunos casos individuales de contagio sino ¡auténticas epidemias! entre los vacunados.

El artículo Failure to reach the goal of measles elimination. Apparent paradox of measles infections in immunized persons hecho por el Dept of Internal Medicine, Mayo Vaccine Research Group de la famosa Clínica Mayode Rochester (EEUU) recoge un estudio realizado en el estado de Minnesota que constató que los chicos vacunados de meningitis tenían ¡cinco veces más posibilidades de contraerla que los no vacunados!
El lector debe saber, por sorprendente que pueda parecerle, que nunca se ha demostrado clínicamente que la vacunación permita prevenir enfermedades. Por el simple motivo de que ningún investigador ha expuesto directamente a individuos a la enfermedad; nadie puede éticamente hacerlo.

El estándar preferido de la comunidad médica -el estudio a doble ciego con grupo de control frente a grupo placebo- no se ha utilizado jamás para comparar personas vacunadas con personas no vacunadas. Por tanto, la vacunación no está científicamente probada.

Es igualmente importante saber que no todas las personas expuestas a una enfermedad desarrollan síntomas -de hecho es suficiente que un pequeño porcentaje de la población desarrolle síntomas para declarar una epidemia-. Por tanto, si se expone a la enfermedad a un individuo vacunado y no enferma es imposible saber si la vacuna funcionó realmente ya que no hay forma de saber si esa persona hubiera desarrollado síntomas de no haber estado vacunada.

Otro aspecto sorprendente de la práctica vacunal es que se trata a todos los niños de la misma manera, independientemente de su edad y/o peso. Un bebé de dos meses que pesa 3 kilos recibe la misma dosis que un niño de 5 años que pesa 17. Luego los bebés con sistemas inmunitarios inmaduros y en proceso de desarrollo suelen recibir -en proporción al peso- cinco o más veces la dosis que se aplica a un niño mayor.
Resta decir que la práctica de la vacunación masiva pasa por la suposición de que todas las personas responderán de la misma manera a una vacuna, independientemente de su raza, cultura, dieta, constitución genética, ubicación geográfica o cualquier otra característica. Y posiblemente la mejor demostración de que eso es falso lo avala lo acaecido hace unos años en el Territorio del Norte, en Australia, donde las campañas masivas de vacunación entre los aborígenes dieron lugar a una tasa de mortalidad entre los niños ¡del 50%!

Terminamos indicando que la investigación también ha demostrado que adyuvantes como el escualeno pueden dañar el sistema inmune y provocar numerosos problemas y enfermedades que van desde molestias importantes a serias amenazas para la vida.

VERDAD Nº 4: “Muchas supuestas verdades de las vacunas, de hecho, se han demostrado falsas”, concluye Alan G. Phillips.

Mito nº 5: LAS ENFERMEDADES DE LA INFANCIA SON EXTREMADAMENTE PELIGROSAS
“Esa afirmación es falsa”, afirma con rotundidad Phillips. Y recuerda que hasta los datos de los Centros para el Control de las Enfermedades (CDC) muestran que el 99,8% de los niños que sufrieron la tos ferina entre 1992 y 1994 se recuperaron. Es más, las enfermedades infecciosas de la infancia son casi siempre benignas y autolimitadas. De hecho pasarlas suele ser bueno porque inmunizan para toda la vida mientras la inmunización inducida por una vacuna es en el mejor de los casos temporal. Antes bien, todo indica que la vacunación podría aumentar la vulnerabilidad de la persona tiempo después por el hecho de aplazar enfermedades infantiles hasta la edad adulta, desde una fase donde la tolerancia es mejor a otra en la que las tasas de mortalidad, aunque siguen siendo bajas, son mayores.

Es oportuno recordar que a principios del 2000 hubo una controversia en Gran Bretaña sobre la posible relación de la vacuna SPR (sarampión, paperas y rubéola) con el autismo que hizo resurgir las denominadas “fiestas del sarampión”. Es decir, cuando un chico tenía sarampión los demás padres del barrio llevaban a sus hijos para que jugaran con él a fin de que contrajeran la enfermedad y así desarrollaran la inmunidad. Lo hacían pues porque estaban convencidos de que eso evitaría el riesgo de infección en la edad adulta -en la que la enfermedad es más peligrosa- y proporcionaba a los niños los beneficios de un sistema inmunitario fortalecido por el proceso natural de la enfermedad. Bueno, pues esta práctica ha sido desaconsejada siempre por las autoridades sanitarias. A pesar de que funciona y por eso se ha transmitido de padres a hijos en medio mundo.

En suma, según Phillips puede afirmarse que casi todas las enfermedades infecciosas comunes rara vez son peligrosas y además suelen contribuir al desarrollo de un fuerte y saludable sistema inmune en la edad adulta. Por otra parte, pocas personas lo saben pero los niños que no contraen el sarampión tienen mayor incidencia de enfermedades dermatológicas y degenerativas en huesos y cartílagos así como tumores. Igualmente se sabe que el cáncer de ovario es mayor entre las mujeres adultas que no pasaron la parotiditis.

En conclusión, el sistema inmunitario humano se beneficia de las enfermedades infecciosas comunes de la infancia; impedir que las sufran puede pues ser perjudicial más adelante.

VERDAD Nº 5: “El peligro de las enfermedades infantiles –afirma el autor de Dispelling Vaccination Myths- se exagera notablemente para asustar a los padres y éstos lleven a sus hijos a vacunarse con medicamentos peligrosos”.

Mito nº 6: LA VACUNA CONTRA LA POLIOMIELITIS EN ESTADOS UNIDOS FUE UN ÉXITO
Para Phillips, una nueva falsedad. En 1955, cuando la vacuna Salk se introdujo, la poliomielitis estaba considerada el problema de salud pública más grave después de la guerra. Un año más tarde seis estados de Nueva Inglaterra informaron de fuertes aumentos en la incidencia que fueron desde más del doble en Vermont a un 642% de aumento en Massachusetts. Otros estados también se vieron muy afectados, lo suficiente para que Idaho y Utah pusieran fin a las campañas de vacunación debido al aumento de la incidencia y las tasas de mortalidad. En 1959 el 77,5% de las personas que sufrían parálisis en Massachusetts ¡había recibido 3 dosis de la vacuna inyectable contra la poliomielitis! En 1962, en una audiencia ante el Congreso de Estados Unidos, el doctor Bernard Greenberg -a cargo del Departamento de Bioestadísticas de la Facultad de Salud Pública en la Universidad de Carolina del Norte- testificó que no sólo habían aumentado considerablemente los casos de poliomielitis tras la introducción de la vacunación obligatoria –un 50% de 1957 a 1958 y un 80% de 1958 a 1959- sino que las estadísticas se manipularon en el Servicio de Salud Pública para dar la sensación opuesta.

En 1977 Jonas Salk, inventor de la vacuna inyectable contra la poliomielitis, aseguró ante un subcomité del Senado que a su juicio casi todos los brotes de poliomielitis a partir de 1961 los había causado la vacuna antipoliomelítica oral.

Poco después, en un seminario sobre vacunas contra la polio auspiciado por el Instituto de Medicina y los Centros para el Control y Prevención de las Enfermedades (CDC) de Estados Unidos, el doctor Samuel Katz -de la Universidad de Duke- citó varios casos de polio paralítica en personas que habían recibido la vacuna oral.
Por si todo esto fuera poco los falsos diagnósticos y la mala presentación de los informes sugieren que los casos de parálisis asociados a la vacuna oral de la poliomielitis quizás fueran más de los recogidos por los CDC.

Phillips reconoce que la poliomielitis, tal como se manifestaba en la primera mitad del siglo XX, ya no existe. Pero asegura que la disminución de casos que se produjo tras los picos de finales de los 40 y principios de los 50 había empezado años antes de que se introdujera la vacuna. Luego no puede afirmarse que se debió a ésta.

VERDAD Nº 6: “La vacuna Salk–asevera Alan G. Phillips- demostró ser muy peligrosa. Se ocultó información sobre ella y sobre el hecho de que el número de casos había disminuido ya notablemente cuando se comenzó la vacunación en masa”.

Mito nº 7: LA FALTA DE UNA REACCIÓN ADVERSA INICIAL DEMUESTRA QUE LAS VACUNAS SON SEGURAS
Phillips señala como problemas de salud documentados a largo plazo causados por las vacunas la aparición de artritis, dolores de cabeza crónicos, erupciones indicativas de la enfermedad, lesiones de la piel no curadas, convulsiones, autismo, anemia, esclerosis múltiple, esclerosis lateral amiotrófica y muchos otras. Siendo los ingredientes comunes a todas las vacunas el principal problema. Por ejemplo, para él el escualeno es una bomba de relojería que puede dañar o destruir el sistema inmune. Y otros componentes son conocidos tóxicos y carcinógenos, incluyendo el timerosal (un derivado del mercurio), el fosfato de aluminio, el formaldehído, el fenoxietanol y otras sustancias tóxicas que pueden resultar venenosas para el hígado, la sangre, el aparato cardiovascular, el aparato reproductivo y/o el sistema inmunitario. La Química clasifica los ingredientes usados en muchas vacunas entre las sustancias más peligrosas; incluso a dosis microscópicas.

El doctor Harris Coulter, conocido investigador, autor e historiador de la Medicina, ha afirmado que su extensa investigación ha terminado por revelarle que las inmunizaciones infantiles “están causando una encefalitis de bajo grado en los niños a una escala mucho mayor de la que las autoridades médicas estaban dispuestas a admitir: alrededor del 15- 20% de todos los niños”. Agregando que “las secuelas de la encefalitis (inflamación del cerebro, consecuencia documentada de la vacunación) incluyen autismo, problemas de aprendizaje, daño cerebral mínimo y no tan mínimo, convulsiones, epilepsia, trastornos del sueño y de la alimentación, trastornos sexuales, asma, síndrome de muerte infantil súbita, diabetes, obesidad y violencia impulsiva”. Todos ellos trastornos fácilmente identificables en la sociedad contemporánea.

Otras pistas: el doctor Bart Classen -fundador de Classen Immunotherapies y creador de tecnologías aplicadas a las vacunas- ha asegurado que a su juicio las vacunas causan el 79% de los casos de diabetes tipo I en los niños menores de diez años. Es más, en 1999 el British Medical Journal recogió esta afirmación suya: “La incidencia de muchas enfermedades inmunológicas crónicas como el asma, las alergias y los cánceres inmuno-modulados ha aumentado rápidamente y ello puede estar también vinculado a la vacunación”.

El fuerte aumento de muchas otras enfermedades también podría estar relacionado pues con las vacunaciones masivas. El autismo en California se ha disparado un 1.000% en los últimos 20 años. Según los Centros para el Control y Prevención de las Enfermedades (CDC) y el Centro de Información Nacional de Vacunas de Estados Unidos uno de cada 150 niños en ese país desarrolla autismo. Decenas de millones de personas están ya afectadas por esta enfermedad en el mundo haciéndola más común que el cáncer pediátrico, la diabetes incurable de tipo 1 (juvenil de aparición) y el SIDA ¡juntos!

La gente debería entender que a principios de los años 40, antes de las vacunaciones masivas, el autismo era tan raro que algunos médicos nunca se encontraban con un caso en toda su vida profesional. Hoy día es una pandemia. Y son cada vez más los que apuntan a los componentes de las vacunas como posible causa. Hay quien aun lo niega pero la verdad irrebatible es que algunos niños reciben actualmente a través de las vacunas 100 veces más mercurio que la cantidad máxima permitida por la Agencia de Protección Ambiental (EPA).

Otro dato que apoya la sospecha de que las vacunas causan autismo es la existencia de un grupo de médicos que ha logrado mejorías enormes en la salud y comportamiento de pacientes autistas mediante la utilización de un régimen sistemático de desintoxicación de mercurio.

Un último ejemplo: en la década de los 90 del pasado siglo XX el uso masivo en el Reino Unido de la vacuna MMR -para el sarampión, la parotiditis y la rubéola- “coincidió” en el tiempo con un aumento considerable del autismo. En enero de 2000 el Journal of Adverse Drug Reactions informó de que nunca se habían hecho las pruebas previas oportunas y por tanto esa vacuna nunca debió aprobarse. Por supuesto nadie ha explicado nada de todo esto a los padres de los millones de niños autistas que hay hoy en el mundo.

VERDAD Nº 7: “Las reacciones a largo plazo de la vacunación –afirma el abogado norteamericano- han sido reprimidas e ignoradas a pesar de la alarmante correlación entre su empleo y el aumento de las enfermedades autoinmunes y otras. Las vacunas no protegen. Están elaboradas para el lucro y otros propósitos nefastos. Evitarlas es esencial para la protección de la salud y el bienestar”.

Mito nº 8: LAS VACUNAS SON LA ÚNICA OPCIÓN PARA PREVENIR ENFERMEDADES
La mayoría de los padres se sienten obligados a tomar alguna medida para prevenir las enfermedades de sus hijos. Sin embargo la mayoría ignora que hay alternativas a las vacunas más eficaces y menos peligrosas. En ese sentido Phillips defiende la Homeopatía porque contra lo que afirma la propaganda de la industria farmacéutica ha demostrado ser más eficaz que las alopáticas o convencionales tanto en el tratamiento como en la prevención de la enfermedad. Y para atestiguarlo recoge como ejemplo que ya en 1849, durante el brote de cólera que hubo entonces en Estados Unidos, los hospitales homeopáticos constataron una mortalidad del 3% entre las personas que fueron vacunadas con Homeopatía muriendo en cambio ¡entre el 48% y el 60%! de quienes recibieron las vacunas convencionales. En definitiva, la gente tiene igualmente derecho a saber que hay estudios epidemiológicos que demuestran que los remedios homeopáticos son muy superiores a las vacunas en la prevención de enfermedades. Y que a diferencia de las vacunas convencionales son seguros, eficaces y sin efectos secundarios. ¿El “problema”? Que la mayoría de las aseguradoras de Estados Unidos y de los sistemas públicos de Europa no los cubren. Cabe agregar que la Homeopatía es además efectiva para revertir algunas de las discapacidades causadas por las reacciones a las vacunas convencionales así como muchas otras enfermedades crónicas con las que la medicina alopática tiene poco éxito.

VERDAD Nº 8: “Los tratamientos alternativos y otros remedios –dice Phillips- han sido seguros y eficaces durante generaciones Sin embargo el establishment médico y los gobiernos los atacan y los desprecian”.

Mito nº 9: LAS VACUNAS SON LEGALMENTE ENCOMENDADAS Y, POR TANTO, INEVITABLES
En realidad no se trata de un mito… en el caso de Estados Unidos. Allí en sus 50 estados y el Distrito Federal (Washington) sí se exigen algunas vacunaciones pero son diferentes en unos y otros. En todo caso existan excepciones legales:
-Todos los estados permiten que no se vacunen quienes sean susceptibles a alguno de sus componentes. Los padres pueden oponerse también si hay antecedentes familiares.
-Cuarenta y ocho estados permiten que la gente no se vacune por razones religiosas pero deben demostrar que pertenecen a una organización religiosa aprobada legalmente.
-Diecisiete estados permiten también que uno no se vacune por razones filosóficas o personales.

Cabe añadir que en muchos otros países –especialmente de Europa- la vacunación es siempre voluntaria. No puede exigirse a nadie que se vacune.

VERDAD Nº 9: “En Estados Unidos –explica el abogado norteamericano- algunas vacunas se declaran obligatorias pero la mayoría de los ciudadanos -probablemente todos- pueden utilizar ‘exenciones’ legales para evitarlas. Ahora bien, todas las exenciones por razones no médicas en Estados Unidos están siempre, en última instancia, condicionadas. Es decir, los estados pueden exigir legalmente la vacunación para todos -tengan legalmente derecho a pedir quedar exentos o no- en casos de emergencia; salvo aquellos que no puedan vacunarse por razones médicas”.

Mito nº 10: LOS GOBIERNOS SITÚAN LOS PROBLEMAS DE SALUD PÚBLICA SOBRE TODOS LOS DEMÁS
La vacunación -afirma Phillips- se considera hoy socialmente una importante conquista de la Medicina cuando en realidad las vacunas han tenido poco o ningún impacto positivo en la salud global. Es más, lo que en muchos casos han hecho es detener la tendencia de reducción natural que ya se estaba produciendo en muchas enfermedades. E, incluso, provocar a veces las enfermedades que las vacunas iban a inmunizar. Claro que la experiencia indica que tanto la Food and Drug Administration (FDA) comolos Centros para el Control de las Enfermedades (CDC) se “alinean” desde hace décadas junto a las empresas farmacéuticas. De hecho éstas suelen recibir con los brazos abiertos en empleos de alta remuneración a aquellos funcionarios que hayan sabido situar los beneficios de la industria sobre las consideraciones de salud y seguridad públicas.

En octubre de 1999 el ya mencionado Bart Classen dijo en una comparecencia ante el Congreso: “Está claro que lo que determina las políticas de inmunización del Gobierno es la política y no la ciencia. Puedo mencionar numerosos casos en que los empleados del Servicio de Salud Pública de Estados Unidos parecen estar interesados en beneficiarse personalmente, actuando como representantes comerciales, apoyando fines políticos... En un caso en particular los empleados de un Gobierno extranjero que estaban financiados y trabajaban estrechamente vinculados al Servicio de Salud Pública de Estados Unidos enviaron datos falsos a una importante publicación médica.

Los datos verdaderos indicaban que la vacuna era peligrosa pero los falsos que se enviaron indicaban que no había riesgo. Un empleado del Instituto Nacional de Salud que maneja subvenciones de grandes sumas para las vacunas publicó una carta con información falsa junto a uno de los empleados de aquel gobierno extranjero. Y como ustedes bien saben falsificar datos provenientes de investigaciones financiadas por el Gobierno de Estados Unidos es ilegal”.

Phillips menciona además la existencia de cuatro cartas de la FDA y el Servicio de Salud Pública que revelan claramente que la vacuna contra el ántrax aprobada en Estados Unidos para el personal militar se aplicó “sin la realización siquiera por el fabricante de un ensayo clínico controlado”.

VERDAD Nº 10: “Los funcionarios encargados de velar por la salud pública –acusa sin contemplaciones Phillips- no dudan en ocasiones en aprobar peligrosas vacunas beneficiándose ampliamente de ello”.

CONCLUSIONES

En suma, alegar que no existe actualmente controversia sobre la eficacia y seguridad de las vacunas en la comunidad científica y médica es falso. Hay numerosos datos y argumentos en contra de las vacunaciones, especialmente cuando son masivas. La conocida doctora Ghislaine Lanctôt, autora de La mafia médica (lea en nuestra web –www.dsalud.com- la entrevista que con el título El sistema sanitario es una verdadera mafia que crea enfermedades y mata por dinero y poder publicamos en el nº 47 de la revista), declararía en diciembre de 1994 al Medical Post lo siguiente: “Las autoridades médicas siguen mintiendo. La vacunación ha sido un desastre para el sistema inmune. De hecho causa una gran cantidad de enfermedades. En realidad estamos cambiando nuestro código genético a través de la vacunación (…) Dentro de cien años todo el mundo sabrá que el mayor crimen contra la humanidad han sido las vacunas".

La doctora Viera Scheibner, internacionalmente reconocida como una de las principales expertas en reacciones adversas a las vacunas, sostiene por su parte que “no hay prueba alguna de la capacidad de las vacunas para prevenir las enfermedades.

Por el contrario, hay pruebas de los graves efectos secundarios que provocan”.
Y a lo antes contado el Dr. Bart Classen añadiría: “Mis datos demuestran que los estudios que se utilizan para apoyar la vacunación son tan defectuosos que es imposible decir si la inmunización brinda o no un beneficio neto a alguna persona o a la sociedad en general. Y esta pregunta sólo se puede responder con estudios adecuados, estudios que nunca se han llevado a cabo. El error de los estudios anteriores es que no se hizo ningún seguimiento a largo plazo ni se tuvo en cuenta la toxicidad crónica. La Sociedad Norteamericana de Microbiología ha apoyado mi investigación y, por lo tanto, reconoce la necesidad de realizar estudios adecuados”.

Es evidente que los datos recogidos por Phillips en su estudio no provienen de un puñado de lunáticos. A nivel mundial las críticas a las vacunas provienen de un número cada vez mayor de científicos con reputación y credibilidad, de investigadores y de asociaciones. Así como de padres cuyos hijos han sido víctimas de ellas. Solo que cuando más dudas y críticas hay mayor es la postura de cerrazón de los funcionarios de salud pública, las autoridades y los partidarios intransigentes de las vacunas; muchos, claro está, con intereses financieros o profesionales en el tema. Afortunadamente lo que están consiguiendo al negarse a reconocer siquiera la evidencia creciente de los problemas que generan las vacunas es que aumente cada día el número de quienes dejan de creerles pasando a engrosar las filas de quienes son ya abiertamente contrarios a las vacunaciones, especialmente las masivas.

“Mientras, la carrera continúa –termina diciendo Phillips en su trabajo de investigación-. Actualmente se están desarrollando más de 200 nuevas vacunas para todo. Desde el control de natalidad hasta la adicción a la cocaína. De ellas aproximadamente cien ya están en fase de ensayo clínico. Y hay investigadores trabajando en el desarrollo de vacunas que puedan administrarse con sprays nasales, a través de mosquitos (sí, leyó bien, mosquitos) y frutas de plantas ‘transgénicas’ en las que se cultiva el virus de la vacuna. Dado que cada adulto y cada niño de este planeta es un potencial receptor obligado de múltiples dosis y dado que cada sistema de salud y cada gobierno es un potencial comprador no es sorprendente que se gasten muchísimos millones de dólares para alimentar la creciente industria multimillonaria de las vacunas. Así pues, sin protestas públicas seguirán apareciendo vacunas que tendremos que recibir nosotros y nuestros hijos. Y aunque las ganancias se calculan con facilidad el costo humano real está siendo ignorado”.