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Bitácora Médica
01/10/10

La carencia de los ácidos grasos omega-3 en la dieta occidental propicia depresión y agresividad

Recientes investigaciones realizadas con personal recluso y alcohólicos violentos han descubierto que un déficit en ácidos graso omega-3 propicia el surgimiento de comportamientos agresivos, depresión, suicidios y violencia. Los acidos grasos omega-3, que consumimos sobre todo con el pescado, propician óptimas conexiones neuronales, pero su consumo se ha reducido considerablemente en la dieta de los países desarrollados como consecuencia de los hábitos de vida. A cambio, ha subido el consumo de otros ácidos grasos que impiden conexiones neuronales apropiadas. Las dietas modernas podrían estar cambiando por tanto la arquitectura y el funcionamiento de nuestro cerebro, lo que explicaría en gran parte los niveles de violencia de la población occidental y señala asimismo que estas tendencias son reversibles con sólo un cambio en la dieta diaria.
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Las conductas agresivas podrían tener parte de su origen en una dieta inapropiada, según recientes investigaciones de las que se hace en el periódico The Guardian. Diversas pruebas clínicas realizadas en el Reino Unido y en Estados Unidos han demostrado que la deficiencia nutricional de ácidos grasos omega 3 propicia comportamientos violentos y depresión y que, por el contrario, prisioneros sometidos a un cambio en su alimentación en la que se incluyeron estos ácidos variaron notablemente sus conductas, volviéndose menos agresivos.

Los ácidos grasos omega-3 se encuentran en los pescados azules, el lino o las semillas de calabaza, los cañamones o las nueces, entre otros alimentos. Anteriores investigaciones habían demostrado que el consumo en grandes cantidades de estos ácidos grasos aumenta el tiempo de coagulación de la sangre –evitando las enfermedades cardiovasculares- y tiene efectos beneficiosos sobre el cerebro, disminuyendo los efectos de la depresión e incluso el rendimiento intelectual de niños en edad escolar.

Ahora, los especialistas señalan además que los desórdenes agresivos y depresivos podrían verse aumentados por las deficiencias nutricionales en ácidos grasos omega-3. En concreto, expertos como Joseph Hibbeln, del National Institute on Alcohol Abuse and Alcoholism de Bethesda, en Estados Unidos, escriben en un artículo publicado en la International Review of Psychiatry, que las deficiencias tempranas de ácido eicosapentaenoico (EPA) y ácido docosahexanoico (tipos de ácidos grasos omega-3), podrían disminuir los niveles de serotonina del cerebro en periodos críticos del desarrollo neurológico, provocando una evolución deficiente de los sistemas de neurotransmisión cerebrales, y limitando el funcionamiento óptimo del sistema límbico y del córtex frontal del cerebro.

Los efectos de estas carencias pueden manifestarse en el comportamiento, con actitudes agresivas y hostiles e incapacidad de controlar el estrés y la violencia en la edad adulta. Esta situación sería en parte reversible si se aumenta el consumo de dichos ácidos grasos.

Identificar los nutrientes


A pesar de que la Organización Mundial de la Salud publicó el año pasado que, en 2020, los desórdenes neuropsiquiátricos supondrían el 14% del total de las enfermedades mundiales, la relación de la nutrición con los desórdenes psiquiátricos ha sido aún poco estudiada, señalan Hibbeln y sus colegas.

La identificación de los nutrientes que podrían ayudar en el tratamiento de tendencias agresivas o depresivas resulta extremadamente útil gracias a su bajo coste y a su potencial aplicación global. Los ácidos grasos omega-3 (en especial el EPA y el DHA) se concentran selectivamente en el cerebro y pueden alterar los procesos neuroquímicos de ciertas enfermedades psiquiátricas graves. Su carencia puede potenciar la agresividad, una lacra social cada vez mayor en Occidente, donde, según los investigadores, nuestra dieta quizá carezca en exceso de este tipo de ácidos grasos.

Presos menos agresivos Las investigaciones realizadas en Estados Unidos y el Reino Unido se hicieron con delincuentes que fueron sometidos a un cambio en su dieta con el fin de comprobar si los nutrientes que consumían podían tener alguna relación con sus actitudes agresivas.

Investigadores del National Institute on Alcohol Abuse and Alcoholism, que forma parte del National Institute of Health norteamericano, pusieron anuncios para alcohólicos agresivos en el Washington Post en el año 2001.

Unos 80 voluntarios acudieron a la llamada, se sometieron a un periodo de desintoxicación de tres semanas, y después a la mitad de ellos –elegida aleatoriamente- se le suministraron dos gramos al día de ácidos grasos omega-3 (EPA y DHA) durante tres meses, mientras que al resto se les dieron placebos. Esta prueba, casi terminada, ha demostrado que los voluntarios que realmente tomaron los ácidos grasos esenciales cambiaron de actitud en mayor medida que los que consumieron el placebo. En el Reino Unido, otro estudio llevado a cabo en una prisión de alta seguridad para jóvenes delincuentes, demostró que los comportamientos violentos podían ser atribuibles, al menos en parte, a deficiencias nutricionales.

La prueba se realizó en la prisión de Aylesbury. En ella, se suministraron a 231 jóvenes presos multivitaminas, minerales y ácidos grasos esenciales, lo que provocó que el número de delitos violentos registrados dentro de la propia prisión disminuyera en un 37%. El resto de los delitos también se redujo en un 26%.

A raíz de estos descubrimientos, el gobierno alemán ha puesto en marcha un proyecto con el que intentará conocer el efecto de estos suplementos nutricionales en sus propios presos.

Efectos en el cerebro

Según las investigaciones realizadas, los efectos de estos nutrientes en nuestro cerebro pueden explicarse desde el punto de vista bioquímico y biofísico. Las deficiencias de las grasas esenciales que el cerebro necesita, así como de los nutrientes necesarios para metabolizarlas, origina una serie de problemas mentales que van desde la depresión hasta la agresividad.

Los ácidos grasos esenciales no pueden obtenerse más que consumiéndolos, porque el organismo humano no los elabora. Estos ácidos forman parte de la estructura cerebral, y suponen el 20% de las membranas de las células nerviosas. La sinapsis o enlaces de conexión entre las células nerviosas contienen una proporción mayor de ácidos grasos, con un 60% de ácidos grasos omega-3 DHA.

Por lo tanto, resulta esencial para que las señales entre las neuronas circulen de manera eficiente. Si no es así, los neurotransmisores dejan de funcionar como debieran, con un aumento del riesgo de suicidio, depresión y de desarrollo de comportamientos violentos e impulsivos. La sociedad en las que el consumo de ácidos omega-3 se ha mantenido más alto que el de los ácidos omega-6 porque la gente sigue comiendo pescado, como en Japón, las tasas de homicidios y depresión se mantienen bajas.

Las membranas de las células nerviosas de los americanos contenían mayor cantidad de ácidos grasos omega-6, menos flexibles y, por lo tanto, menos propiciadores de las sinapsis, mientras que los japoneses tenían en sus membranas celulares mayor cantidad de ácidos grasos omega-3.

Por lo tanto, el cerebro también padece los efectos de la industrialización. Los cambios en nuestra dieta no sólo afectan a la salud del organismo, sino también a la mental.

La depresión y el Omega 3

”En el año 2006, la Escuela de Medicina de la Universidad de Pittsburg determinó que personas saludables con un bajo nivel sanguíneo de Omega-3, tienen más posibilidades de tener cuadros depresivos pasajeros, o ser pesimistas o impulsivos, en relación a los que tienen valores sanguíneos normales de Omega-3.”

Existen estudios que demuestran que pacientes con depresión, la administración de ácido fólico o vitamina B12 junto con el tratamiento antidepresivo es capaz de mejorar su efecto.

En conclusión:

Nos hemos alejado de las formas tradicionales de comer y, naturalmente, nuestro organismo nos pasa una costosa factura que ningún seguro social (por muy bueno que sea) puede solventar exitosamente. Nuestro cuerpo fabrica muchos de sus componentes a partir de otros; otros los requiere tal cual de la alimentación porque no puede elaborarlos por sí mismo; este el caso de los Omega 3.

Se ha comprobado que la Omega 3 ayuda a mejorar todo tipo de enfermedades cardiovasculares (mayor sobrevida para quienes padecieron infartos, normalización del ritmo cardíaco, triglicéridos, colesterol), juegan un papel esencial en la formación del tejido nervioso, el cerebro y la retina del feto y el lactante, mejoran las condiciones autoinmunes (Esclerosis Múltiple, Artritis, Escleroderma, Lupus…) y permiten reducir el consumo de antiinflamatorios esteroides.

Con atención a la selección de nuestros alimentos y a través de los suplementos adecuados podemos como dice el refrán, “cavar la tumba con la boca”.

Psicólogos, psiquiatras y criminalistas de la Universidad de Pennsylvania quienes afirman que los ácidos grasos omega 3 mejoran el funcionamiento del cerebro y pueden reducir el comportamiento violento.

Ya sabemos que la violencia es un fenómeno social muy peligroso, saber que decenas de personas mueren a causa de tiros y golpes, es saber que debemos cuidarnos. Hay que tener muy en cuenta que debemos tratar de reducir la violencia. Debido a los afectos desbastadores que generan lo interno de las familias, pone en peligro la estructura o la forma de la misma, es decir según la formación que se le dé al individuo, así mismo actúa dentro de la sociedad que lo rodea. Nos afecta a todos los miembros de una familia. La auténtica educación tiene como fin el desarrollo integral de la persona; por eso debe proporcionar, además de conocimientos, valores, creencias y actitudes frente a distintas situaciones

Puede ser verdaderamente admirable si pudiera ayudar a mas personas agresivas. Con la ayuda de este tipo de ácidos grasos se puede reducir el número de delitos y las tasas de crímenes en los individuos.

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