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Dsalud
01/12/09

El médico e investigador canadiense Andrew Moulden ha decidido enfrentarse abiertamente a quienes defienden las vacunas y su utilización masiva afirmando que todas ellas -desde las que se ponen en la infancia hasta las que se administran en la vejez- pueden causar mini accidentes vasculares cerebrales que en un principio no se notan pero pueden terminar provocando a medio y largo plazo distintos tipos de patologías. De hecho asevera que tanto el autismo como la demencia y otros problemas neurológicos pueden haber sido en muchos casos provocados por las vacunas. Daños que si bien no pueden ser captados con neuroimágenes a menudo se reflejan en el rostro y es posible saberlo. De ahí que no dude en afirmar de forma tajante que “deberían prohibirse todas las vacunas. Todas causan daños isquémicos cerebrales y corporales”.

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Los postulados del doctor Andrew Moulden podrán ser discutidos por la comunidad científica más ortodoxa pero no cabe duda alguna de que está ampliamente capacitado para denunciar el peligro de las vacunas y poner una vez más encima de la mesa una de las grandes controversias de la Medicina moderna: el papel de los microorganismos en el origen de la enfermedad.

“Merced a mis investigaciones y trabajos a lo largo de los últimos años –señala Moulden- he descubierto que las vacunas provocan deterioros en el flujo sanguíneo en forma de isquemias (sufrimiento celular causado por la falta total o parcial de riego sanguíneo) que afectan tanto al cerebro como al resto del organismo causando desde situaciones clínicamente silentes hasta la muerte. Tengo pues motivos para creer que todos hemos sido afectados por las vacunas y que TODAS ellas han contribuido y contribuyen al aumento abrumador de autismo, trastornos específicos del aprendizaje, trastornos de déficit de atención, muerte súbita del lactante, síndrome de la guerra del Golfo, demencia, convulsiones, algunos tipos de cáncer y muchas otras patologías”.

Obviamente tras estas afirmaciones Moulden es ahora considerado por la Medicina “oficial” un “disidente” más pasando de ser una de las mayores esperanzas científicas de Canadá -becado en sus investigaciones iniciales- a un “sin techo de la ciencia”. Simplemente por el hecho de haber llegado a sus propias conclusiones y no querer renunciar a ellas. Y eso que hablamos de un licenciado en Medicina por la Universidad McMaster de Hamilton (Notario, Canadá) cuya tesis doctoral fue sobre Imagen Funcional Cerebral y Neuroelectrofisiología en la Universidad de Toronto (Canadá) que ha impartido numerosos cursos sobre Cerebro y Comportamiento, Neurología, Neuropsicología y Neuropsiquiatría. De alguien que eligió dedicarse a la evaluación del comportamiento neurológico y neurocognitivo así como a la investigación en lugar de practicar la medicina clínica porque según él la carrera de Medicina sólo le servía para poder entender mejor el cerebro y los trastornos del comportamiento.

El caso es que su distanciamiento de las doctrinas oficiales comenzó cuando al examinar pacientes autistas constató en ellos afasias motoras transcorticales y síndrome de aislamiento y del discurso así como parálisis específicas que sólo podían explicarse por ictus isquémicos. “Curiosamente –recuerda Moulden- mis estudios sobre esquizofrenia y demencia así como los trabajos de investigación realizados en las modalidades de neuroimagen, cerebro y evaluaciones del comportamiento contribuyeron a mi capacidad de ‘ver’ lo que ha estado frente a nuestros ojos todo el tiempo: accidentes cerebrovasculares isquémicos y daños cerebrales como consecuencia de las vacunaciones. Una vez pertrechado con los conocimientos y habilidades de un médico, un neuropsicólogo clínico, un neurocomportamental infantil, con experiencia en investigación en neuroimagen, pruebas y mediciones, diseño y análisis del método científico, localización funcional del cerebro y trastornos del comportamiento, junto a una amplia base a través de muchas otras disciplinas científicas, fui capaz de ver ‘el bosque entero’ a pesar de los árboles. Literalmente, creo que he encontrado y descubierto un mecanismo común para la enfermedad humana adquirida: las isquemias circulatorias”.
Cabe agregar que las enfermedades provocadas de acuerdo a este esquema forman parte de lo que Moulden ha denominado MASS, acrónimo de Moulden Anoxia Spectrum Syndromes (Espectro del Síndrome de Anoxia Moulden).

HIPERESTIMULACIÓN Y ELECTROESTÁTICA

Moulden asegura que las reacciones provocadas por las vacunas comienzan a producirse en todos nosotros a los pocos minutos de recibir la vacunación aunque sus consecuencias en forma de síntomas o enfermedades puedan llegar a aparecer mucho más tarde. Estando el mecanismo de retraso en la aparición de patologías relacionado casi siempre con la hiperestimulación inmune no específica y la inestabilidad electrostática en el flujo de sangre provocada por la presencia de elementos extraños en la sangre. De forma combinada o por separado ambos factores provocan a su juicio la pérdida de la capacidad del transporte y dispersión de las sustancias constituyentes del flujo sanguíneo, un proceso que puede terminar provocando en el individuo un estado de anoxia o falta de oxígeno en los cerca de 60.000 kilómetros de vasos capilares terminales que se requieren para la vida, la función celular, el bienestar y la salud.

“El aluminio, el mercurio, el escualeno y otros contaminantes que se han añadido a las vacunas –afirma Moulden- son equivalentes a los virus y las bacterias que causan daños y perjuicios a los tejidos humanos. Son sustancias extrañas en la fisiología humana que inducen respuestas inmunológicas y electrostáticas que alteran el flujo sanguíneo lo que puede conducir a daños directos en los tejidos”.

Respecto a la intervención del sistema inmune el investigador canadiense coincide con muchos otros en la importancia de la hiperreacción –buscada y potenciada con los adyuvantes añadidos a las vacunas- del sistema inmune no específico encargado de limpiar de residuos los vasos sanguíneos, los músculos y los tejidos lo que puede terminar por impedir el flujo sanguíneo normal y conducir a una pérdida de tejido por estrangulación aguda o lenta. Sería pues la magnitud de la respuesta inmune en esas estrechísimas áreas finales vasculares lo que provocaría según Moulden congestión, deterioro del flujo sanguíneo y falta de oxígeno, glucosa y nutrientes en las zonas de tejido afectado. Además, en un círculo vicioso que puede llegar a no romperse, la zona dañada seguiría siendo objeto de atención por el sistema inmune no específico provocando que el problema se perpetúe y dé lugar a una enfermedad importante y/o a la posibilidad de inducción de una respuesta autoinmune.

Moulden subraya asimismo la importancia de la pérdida de la estabilidad coloidal del flujo sanguíneo en el proceso de deterioro progresivo de la salud provocado por las vacunas, es decir, de la capacidad del organismo para mantener el grado de fluidez de la sangre. Y es que cuando la calidad electrodinámica del agua es modificada por metales pesados, bacterias infecciosas, vacunas y otros tóxicos el agua que transporta el oxígeno, la glucosa, los nutrientes y las células reparadoras no puede atravesar los vasos pequeños. Además la viscosidad de la sangre fluctúa y las áreas vasculares dañadas por vacunaciones anteriores son particularmente sensibles a nuevas pérdidas de oxígeno y nutrientes.

“La vida de la carne está realmente en la sangre -explica Moulden-. Es pura electrostática. No hay corriente alterna o continua en la naturaleza. Todo es electrostática,es decir, intercambio de cargas. En términos de elementos formados en la sangre es a través de cargas estáticas diminutas – del ámbito de las 100 milésimas de voltio- como se mantiene el flujo sanguíneo; disperso, espiral, fluido y de baja tensión o bien laminar y ‘sedimentado’ de alta tensión. Y las leyes que regulan el flujo de sangre en el cuerpo humano son las mismas que gobiernan el movimiento en todo el universo: fuerzas eléctricas y químicas. La causa pues no se encuentra sólo en la química. Los cambios químicos son normalmente el efecto. La causa se encuentra en las fuerzas eléctricas. La medicina occidental ignora sin embargo la naturaleza eléctrica de la fisiología humana -en gran parte debido a que no la comprende- y es pues incapaz de sacar beneficios de los aspectos básicos que hay a nuestra disposición en la naturaleza como la electricidad electrostática y el agua... ¡de todas las cosas! Porque el cuerpo es agua en un 75%. Y la sangre es agua en un 95%. Agua que tiene un componente eléctrico porque toda masa y materia en el universo lo tiene. Componente eléctrico que es fundamental para el flujo de sangre, la capacidad de transporte, la salud y las funciones a nivel celular”.

Moulden recuerda asimismo que la sangre es una suspensión coloidal; es decir, contiene proteínas, vitaminas, aminoácidos, minerales y oligoelementos en suspensión. Y en nuestro organismo tiene carga neta negativa siendo ello lo que la hace fluir girando y que las partículas estén separadas unas de otras. Pues bien, la caída de esa carga negativa en los terminales de los vasos sanguíneos -debida a presiones en el flujo- contribuye al depósito o sedimentación de sustancias en la sangre lo que incrementa su viscosidad y da lugar a una desaceleración del flujo. Hasta el punto de que a veces llega un momento en que la sangre no puede atravesar los capilares y los glóbulos rojos que transportan el oxígeno son incapaces de llegar a las zonas más alejadas del organismo.

Los vasos sanguíneos capilares orientados anatómicamente en contra de la gravedad son particularmente susceptibles a estos bloqueos. Como ejemplo ilustrativo Moulden cita el caso de la crema del café. Ésta permanece normalmente en estado líquido mientras está en movimiento pero si la crema se mantiene estancada en la taza varios días se transforma en gel. Bueno, pues el estancamiento de la sangre también la convierte en gelatinosa –es decir, más viscosa- cuando deja de moverse en espiral. Y en ese caso los aglomerados de los productos sanguíneos sedimentados no pueden atravesar los vasos sanguíneos microscópicos diseñados para llevar el oxígeno que transportan los glóbulos rojos. Obviamente para el cerebro y el cuerpo esto es causa de hipoxia (bajo nivel de oxígeno), anoxia (ausencia de oxígeno) o isquemia (deterioro del flujo sanguíneo).

Otro ejemplo que nos permite entender la necesidad de un flujo adecuado: nuestros ríos. Cuando el flujo de alguno se deteriora -en cualquier parte del cauce- las primeras áreas en “secarse” son siempre las que están río abajo, las más alejadas de la fuente. Y esas áreas, valga el símil, equivalen en nuestro organismo al final de las redes vasculares que por eso son las zonas más susceptibles de sufrir daños cuando el flujo sanguíneo resulta -parcial o totalmente- alterado. Es el caso, por ejemplo, de las puntas de los dedos de los pies, la punta de la nariz o las puntas de las orejas.

Bueno, pues son precisamente esos estrechamientos microscópicos en el cerebro y en el cuerpo -bien de forma inmediata o diferida, aparente o silente, aguda o crónica- la base común de los diferentes cuadros clínicos que según Moulden provocan en gran parte las vacunas.

“Los daños adquiridos –afirma Moulden- son además acumulativos, se suman con cada vacuna. Por ejemplo, he demostrado que las adolescentes que están teniendo graves efectos adversos con la vacuna Gardasil -incluidos casos de muerte- están experimentando un cúmulo de daños neurovasculares añadidos que se han ido sumando con cada vacuna desde la infancia. Estos daños son también acumulativos para los lactantes y los niños. Son todos ictus isquémicos. Obviamente siempre hay un ‘punto de ruptura’. La diferencia es que si ese punto se alcanza en la niñez -en frecuencia, duración o gravedad- afecta al desarrollo neuronal pero cuando se alcanza siendo ya adolescente o adulto lo que aparece es un conjunto de síntomas diferente”.

Debemos destacar llegados a este punto que en este proceso juegan un papel fundamental los adyuvantes de las vacunas. Como el aluminio, considerado además de neurotóxico coagulador o floculante. La principal razón es que el aluminio tiene carga eléctrica positiva y dado que todos los cationes positivos son "coaguladores" provoca que las partículas con masa se aglomeren – sedimenten- formando lodos. De hecho se utiliza en plantas de tratamiento de agua para causar sedimentación, aglomeración y floculación de modo que las impurezas del agua se depositen en el fondo. Asimismo se usa en los antitranspirantes por su capacidad para provocar sedimentación y obstruir los conductos de transpiración en las axilas. Bueno, pues según Moulden esa misma sedimentación y la consiguiente estrangulación de los capilares sanguíneos -complicada por la reacción del sistema inmune tratando de eliminar los restos tóxicos depositados- ocurre con el aluminio que contienen las vacunas y otros adyuvantes en los tejidos humanos y en el flujo de la sangre.

EL “SÍNDROME MASS”

Pues bien, Moulden ha creado un sistema de medición que denomina 12-IMAM -basado en los 12 nervios craneales utilizados habitualmente para evaluar la función del cerebro y su integridad- que le permite observar los daños presentes y pasados así como prevenir en cierta medida las consecuencias futuras en niños y adultos de un M. A. S. S. (acrónimo de Moulden Anoxia Spectrum Syndromes o Espectro de Síndromes de Anoxia Moulden), denominación que ha dado Moulden a la que sería según él la causa real de muchas de las enfermedades crónicas y transitorias en las que existe reducción del flujo sanguíneo por hiperreacción inmunitaria. Y que incluye todos los trastornos a escala “MASSiva” provocados por la vacunación a nivel mundial.

“Sencillamente, los gérmenes patógenos no son la única causa de muerte, enfermedad o desorden –afirma Moulden-. He demostrado de forma concluyente que todas las vacunas, desde la infancia hasta la vejez, están causando el mismo daño en el cerebro, independientemente de la enfermedad o trastorno que aparezca. Los daños son específicos y terminan en ‘mini accidentes vasculares’ que están por debajo de la resolución de nuestras neuroimágenes pero que son mensurables en un antes y después del protocolo de vacunación. También podrían ser directamente mensurables en tiempo real aunque se precisa para ello técnicas y tecnologías que no se han divulgado al público por el momento”. Cabe decir que características fundamentales del sistema de medición 12-IMAM son los rastros detectados en la inflexión del ojo, la sonrisa -que puede llegar a ser asimétrica- o el parpadeo y su sincronización.

Obviamente cuando los daños vasculares se producen de forma masiva en el cerebro cabe hablar de “hemorragia intracerebral” como si es en los huesos de “fragilidad ósea”. Ahora bien, según Moulden la muerte súbita del lactante se produce cuando el problema tiene lugar en el tronco encefálico, encargado de controlar la respiración además de la frecuencia cardiaca y los nervios. Y afirma asimismo que si el problema tiene lugar en las zonas correspondientes a las vías motoras descendentes puede dar lugar a parálisis, convulsiones, encefalopatía o Síndrome de Guillain-Barré.

Es más, asevera que también el autismo, los trastornos específicos del aprendizaje, el trastorno por déficit de atención, el Síndrome de Asperger, el retraso global del desarrollo e incluso algunos cánceres infantiles pueden ser consecuencia del Síndrome MASS y estar pues causados por las vacunas. De hecho para él el autismo y la esquizofrenia son la misma dolencia -fisiológicamente hablando- aunque los caminos que accionan la esquizofrenia -pérdida de la tolerancia inmunológica- tienen una trayectoria diferente que aquellos que ponen en marcha el espectro de desórdenes del autismo adquirido. Pero asegura que detrás de ambos se encuentra una isquemia masiva. Y cuando se trata de una anoxia que alcanza los órganos internos o el tejido conjuntivo puede aparecer colitis, colon irritable, fibromialgia, fatiga crónica e incluso algún trastorno psiquiátrico.

Agrega Moulden que las vacunas pueden llevar incluso a la parálisis o a la muerte. Ello sería lo que explicaría de hecho a su juicio lo acaecido con algunas de las adolescentes que recibieron Gardasil, vacuna masivamente inoculada para proteger –es un decir porque no es cierto en absoluto- contra el virus del papiloma humano. Según él esa vacuna habría agravado los daños vasculares isquémicos silentes en el cuerpo y el cerebro pero previamente existentes causados por vacunaciones recibidas en la infancia.

Debemos decir que resulta especialmente significativo que el investigador canadiense considere que el mismo proceso que las vacunas pueden desencadenar en los niños se provoca de forma similar en los mayores. “Cuando ocurren en las personas mayores –dice Moulden- se produce un deterioro lento, por etapas, de las funciones cognitivas; lo que nosotros llamamos demencia. Pero no es sino un lento estrangulamiento del tejido cerebral por isquemia sólo detectable a nivel microscópico”. En otras palabras, si Moulden tiene razón las vacunas para la gripe estacional estarían contribuyendo al deterioro cognitivo de nuestros mayores.
Cabe agregar que para Moulden la isquemia provocada por la hiperreacción del sistema inmune y/o el cambio electrostático en el flujo de la sangre explicaría además:

-El nacimiento de niños sin brazos y piernas. Y la causa sería la Talidomida o las vacunas que algunas mujeres recibieron contra el ántrax 18 meses antes de dar a luz.
-Numerosos ataques cardiacos y accidentes cerebrovasculares. Los habría provocado el Vioxx.
-La mialgia y la miositis. Las provocarían medicamentos destinados a bajar el colesterol.
-La muerte de 20 millones de personas en 1918 (que se atribuyeron a la gripe).
-El Síndrome de Guillaine Barré, provocado por la vacuna contra la gripe porcina de 1976
-La esclerosis múltiple. La causa estaría en las vacunas contra las hepatitis A y B.
-El autismo, las discapacidades de aprendizaje, la muerte súbita del lactante y el Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDHA). Estas patologías las causarían todas las vacunas en general
-La demencia. Aparecería en casos de repetición vacunal
-Los accidentes cerebrovasculares isquémicos. La causa de muchos sería la vacuna del tétanos.
-Las lesiones en la piel achacadas a la viruela. Se deberían en realidad a la reducción del flujo se sangre en los capilares.

Y son sólo algunos ejemplos de las enfermedades o patologías que según Moulden se perciben hoy de forma separada cuando muchas veces se deben a los efectos provocados por las vacunas y a su impacto en la microcirculación sanguínea.

“Me he limitado –asegura el investigador canadiense- a poner un marco conceptual, un sistema de medición, a explicar ‘por qué estamos enfermando’ y ‘observar’ que todas las vacunas están causando los mismos daños neurológicos independientemente de la enfermedad que luego se manifieste a lo largo de la vida. Las vacunas no han servido para erradicar las enfermedades epidémicas. Todo lo que hemos hecho es traducir lo que eran ‘incendios forestales’ para un 1% de la población en ‘incendios forestales’ crónicos y agudos para toda la población. El saneamiento, la nutrición adecuada, el agua potable y la hidratación son los auténticos responsables de la erradicación de las enfermedades epidémicas. Los patógenos virulentos pueden ser manejados; simplemente es necesario controlar la respuesta MASS en la fisiología humana junto con la electrostática del flujo sanguíneo. En mi opinión, respaldada con pruebas concluyentes, deberían prohibirse todas las vacunas. Todas causan daños isquémicos cerebrales y corporales y, como consecuencia, malestar crónico y enfermedades”.

Afortunadamente Moulden tiene una visión muy positiva de la recuperación de las lesiones causadas por estos procesos isquémicos y considera que una vez restablecido el equilibrio en el cuerpo humano -para lo que considera fundamental el uso de algunas de las medicinas denominadas naturales o alternativas- las funciones motoras, de lenguaje y sensoriales -incluyendo la función cognitiva- pueden ser recuperadas por completo.

LA VACUNACIÓN OBLIGATORIA

Así que como no podía ser de otra manera, dados su planteamientos, Moulden considera “un auténtico desastre para la salud” que se pretenda vacunar de forma masiva a la población contra la gripe A. Denunciando que en algunos estados norteamericanos se intente incluso hacerla obligatoria aprovechando la legislación introducida por el ex presidente George Bush (hijo) en el país. De hecho en el estado de Massachusetts se está preparando una ley para imponer la cuarentena y aplicar la ley marcial si la gente se negara a vacunarse. Y en Bélgica se ha aprobado una ley que permite al Gobierno declarar la vacunación obligatoria sin consultar al parlamento.

“Lo que está pasando es genocida –denuncia Moulden-. Y lo malo es que se verán más afectados quienes hayan recibido más vacunas porque los daños son acumulativos. Por tanto serán los más jóvenes los más afectadas de forma más inmediata. Estamos a punto de crear trastornos MASS, trastornos de anoxia vascular, a escala masiva. Provocarán daños en el cerebro y en el cuerpo a todos. Cuando el estado no tiene derecho a meterse, por ley o decreto, con la santidad de la sangre humana, el cuerpo o el alma. Sin embargo, el estado ha decidido imponer su voluntad sobre el ciudadano. Se avecina una catástrofe porque va a crear la misma situación que tiene por objeto evitar”.

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